Las cumbres de Gabriel: el penquista que sube volcanes pese a estar en silla de ruedas 
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Las cumbres de Gabriel: el penquista que sube volcanes pese a estar en silla de ruedas 


Por Cristian Ascencio | 03 Mayo 2025 10:07
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En 2011 llegó a la cima del Volcán Antuco en una especie de trineo, arrastrado por sus compañeros. En 2021 repitió la hazaña, pero esta vez caminando, con un aparato diseñado especialmente para ese propósito, en reemplazo de su silla de ruedas. Y en 2024 subió, también caminando, el Nevados de Chillán. Ahora Gabriel Roa se propone nuevas metas: los volcanes Lonquimay, Villarrica y, por qué no, los Campos de Hielo Sur. “La primera vez mi mamá pensó que yo sólo quería ir a ver la nieve, no a escalar el cerro”, explica.

Gabriel Roa Fritz, 46 años, ingeniero electrónico, recuerda que la idea se convirtió en proyecto en medio de un carrete en un pub de la diagonal de Concepción. “Siempre escuchaba a mis compañeros de trabajo hablar de montañismo. A veces se quejaban de lo mal que la pasaban en las subidas, pero siempre querían volver. En ese carrete dije que me gustaría ver el amanecer en una montaña. Un amigo respondió: ¿Y si mejor subimos un volcán?. Probablemente envalentonados por el alcohol, empezamos a planificar todo”, relata.

Y aunque muchas veces las promesas de bar no llegan a nada, este no fue el caso y en 2011 se concretó el ascenso. “Fue más o menos un año de preparación, con varias complicaciones, harta oposición al principio. Nos decían que esto era una locura, que era muy peligroso, que era imposible. Y nosotros simplemente queríamos intentarlo”, explica.

La niña de la Teletón

La patología de Gabriel fue detectada cuando tenía 10 años: una artritis reumatoide. Esta es una enfermedad del sistema inmunológico cuyos principales síntomas son la inflamación de las articulaciones. “Estas articulaciones terminan deformándose y deteriorándose hasta ponerse rígidas. Era inevitable que en la vida adulta tuviera alguna discapacidad severa, y así fue. Ya a los 17 años tuve que empezar a usar bastones para poder caminar y al terminar la universidad solo podía trasladarme con muletas”. 

Después de titularse, estuvo años sin encontrar trabajo. “Entré en un ciclo de depresión. Estuve postrado en cama casi dos años. Sin motivación, sin ganas de vivir. El apoyo de la familia y algunos amigos fue lo que me mantuvo con vida”.

Hoy recuerda como una escena que vio en la Teletón, le generó un cambio de actitud. “Siendo adulto se me permitió reingresar a la Teletón. Yo ya estaba en silla de ruedas. Vi a una niña de 17 años con parálisis cerebral que estaba logrando escribir por primera vez las vocales. Cuando terminó, lo celebró. Yo a los 17 estaba saliendo del colegio, con muchas cosas que hacer y ella recién estaba aprendiendo a escribir. Entonces entendí que todo ser humano tiene sus metas, pero tiene que ir a su propio ritmo”.

Al tiempo Gabriel fue contratado en una empresa de ingeniería que monitorea máquinas mineras. En su misma oficina conoció a quienes se transformaron más adelante, en sus compañeros de montañismo. 

Gabriel Roa en su primera cumbre de 2011, rodeado de sus compañeros de Proyecto Panzer (foto: Nicolás Campos).

¿Cómo es ese primer viaje al Volcán Antuco?

-Esa noche de parranda lo que quedó claro es que lo queríamos intentar y queríamos hacerlo en el Volcán Antuco. Empezamos a buscar información sobre ascensos inclusivos, por decirlo de alguna forma. Y no había experiencia en Chile. Contábamos con este entusiasmo de amigos, pero no teníamos los recursos disponibles para poder lograrlo porque era algo inédito. El Antuco está marcado por una tragedia que ocurrió en el 2005. Entonces al proponer esta idea, al tiro se venía a la mente esa tragedia. Decidimos crear el proyecto, profesionalizarlo e involucrar a más personas. Originalmente íbamos a ser 10 y terminamos siendo 80. Diseñamos esta herramienta que básicamente es la adaptación de una silla de ruedas para que los montañistas se anclaran y la traccionaran. Fue un año de trabajo completo. A mí me gusta decir que lo más generoso que una persona puede hacer, es dar su tiempo por el sueño de otro. Y muchas de esas personas ni siquiera me conocían. 

¿Pudiste ver el amanecer? 

-Sí. Dos veces. Casi en la cumbre del Antuco tuvimos que acampar y es maravilloso. Pero debo confesar que cumplí el sueño un poco antes…

¿Cómo es eso?

-Teníamos que ir al terreno a probar el sistema de la silla. El fin de semana que teníamos que probarlo, las condiciones climáticas en el sur eran malas. Había lluvia, o sea, de hecho viento blanco. Había dudas si podíamos hacer la prueba porque no era seguro. Pero no hacerla implicaba probablemente no alcanzar con los plazos, que eran bien acotados. Entonces mis compañeros me dijeron que fuéramos y que solamente iba a ser una prueba, no iba a ser un ascenso. Queríamos ver cómo traccionaba el sistema en la nieve y cuántas personas se necesitaban. Estuvimos ahí por lo menos 6 horas con lluvia, viento blanco… Pero vieron que yo no me quejaba, que estaba disfrutando. Yo veía que ellos se estaban sacando la mugre con mucha fuerza. Veía toda la energía que ponían y yo no podía ser menos. Ahí entendí el trabajo en equipo. Ellos lo estaban dando todo físicamente y yo estaba poniendo mi integridad física en manos de ellos. Ahí vi el amanecer por primera vez.

¿Para tus papás cómo fue ese logro? 

-Mi viejo (Sergio, pescador de Talcahuano) siempre me apoyó en las reuniones que teníamos, porque hubo harto trabajo y planificación. Siempre anduvo conmigo para arriba y para abajo. Mi mamá en su mente pensaba que yo quería ir a la nieve, a pasear en la nieve. En 2011 hice una entrevista y la periodista le preguntó: ¿Qué piensa de que su hijo quiera subir a un volcán? Y mi vieja dijo: “No… pero si solo va a pasear a la nieve”. Ahí sentí la preocupación natural de una madre que ve que su hijo voluntariamente se está exponiendo al peligro. 

Después de esta experiencia me imagino que algo cambió en ti.

-Hay una frase que me gusta decir. Cuando uno sube un cerro por primera vez y logra una cumbre, se vuelve más fuerte. Me sentí más fuerte con esa cumbre por varias razones. La primera era demostrarle a mis viejos que yo era capaz de hacer las cosas. La preocupación general, creo, de todos los papás es qué va a hacer mi hijo cuando yo no esté. Sobre todo un hijo con discapacidad. De alguna manera conseguir esa cumbre, con éxito, era demostrarle a mis viejos que yo era capaz de hacer las cosas, que podía contar con amigos también que me iban a apoyar en este camino. Y de alguna manera enseñarles que yo podía seguir mi camino independiente. Luego de esa cumbre me propuse otros desafíos personales. Me fui a vivir solo. Algo que antes de esa cumbre, nunca imaginé que podría lograr. A mi viejo le gustaba mucho el fútbol. Fuimos a Brasil al Mundial. Le cumplí un deseo a mi viejo de ir a ver a Chile en el Mundial de Brasil 2014. Y ahí seguimos a Chile en los partidos hasta Chile-Brasil. 

¿Viste el palo de Pinilla en vivo? 

-Todo eso. Y rodeado de brasileños gritando el gol de Sánchez. 

Gabriel fue nuevamente a la cima del Antuco en 2021 y el año pasado subió el Nevados de Chillán. Ambos ascensos los realizó caminando, con un artefacto que simula las paralelas usadas en rehabilitación (esta foto es de Nicolás Campos, mientras que la foto principal del artículo es de Javier Llanos).

Otra vez al cerro, pero ahora caminando

En ese viaje a Brasil, Gabriel recuerda que no quiso llevar la silla eléctrica, por lo que adaptó una silla manual con pedales. Al regreso un amigo lo invitó a participar de una corrida en que podía usar ese mismo aparato. “Fueron cinco kilómetros y me demoré casi una hora y media. O sea, más rápido se llega caminando que lo que hacía en esa silla. Pero me gustó. Seguí entrenando y empecé a modificar la silla, a participar de más corridas, a ir al gimnasio. Mi mejor marca fue en la Maratón de Viña, que hice 21K en una hora y 45 minutos”. 

Esa preparación física, lo motivó más y el 2021, al cumplirse 10 años de su ascenso, Gabriel convocó al equipo que lo acompañó la primera vez y les dijo: “Quiero volver al cerro, pero esta vez caminando”.

Y en esta segunda subida al Antuco, ¿hubo algo diferente que notaras en ti? 

-Estábamos en medio de una pandemia. Había que combinar y respetar todas las normas sanitarias. Pero el principal antagonista, por decirlo de alguna forma, era yo mismo. Era saber si mi físico iba a ser capaz de lograr este desafío. Pasamos de una silla de ruedas a unas paralelas de rehabilitación portátiles. Desde la base del volcán hasta la cima, en vertical, es cinco veces la Torre Costanera. Ese era el desafío en elevación. Un montañista convencional lo puede hacer en un día o dos, sin problema. Pero al paso que yo podía dar, tuvimos que hacerlo en cuatro días. Mi cuerpo eventualmente podía rendirse. Sin embargo, creo que el entusiasmo y el apoyo de la gente alrededor, me impulsó mucho más.

Las próximas cumbres y el proyecto Panzer

Los ascensos de Gabriel Roa no se detuvieron y en 2024, junto a sus compañeros de Proyecto Panzer (así se llama la agrupación que están formando), subió a la cumbre del Nevados de Chillán. Ese ascenso lo hizo en honor a su padre, que falleció el 2023. “Le prometí que iba a seguir haciendo esta actividad”, explica. 

Este año el grupo tiene planificado un trekking en Conguillío y espera subir el Lonquimay y el Villarrica. Pero una de las ideas más ambiciosas de Gabriel es caminar en Campos de Hielo Sur. “Aún es sólo una idea”, explica. A su vez, Gabriel y sus amigos están dándole forma al Proyecto Panzer, enfocado a la enseñanza del montañismo, el trabajo en equipo y la inclusión. El nombre viene del apodo, Panzer, que le pusieron a Gabriel en la oficina de ingeniería. “Una vez llegué con una capa de lluvia que me pasó mi papá, que era mimetizada, y como cubría toda la silla de ruedas, parecía un tanque”, narra.  

¿Cómo es el foco de inclusión en el proyecto?

-Espero que podamos organizar paseos con más montañistas, porque hay mucha gente interesada, pero también con más personas con discapacidad. Y que las personas con discapacidad se involucren activamente en el desarrollo del proyecto. No es que vayan a hacer turismo, sino que se sientan montañistas. Y parte de ser montañista es tener la disciplina de entrenar constantemente, estudiar de qué se trata y desafiarse a uno mismo.

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