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Marcela Cubillos está en medio de un asunto complejo. Aunque ella insista que esto es muy sencillo y que todo es culpa del octubrismo o de la extrema izquierda, el asunto es evidentemente más complicado y además tiene otras explicaciones.
El tema de su sueldo millonario solo comparable a los mejores académicos e investigadores del mundo o a premios nobel, no aguanta mayor análisis, es extraño, inusual y sospechoso diría un connotado humorista nacional. Debe ser aclarado, aunque la Universidad San Sebastián sea una institución privada básicamente porque recibe recursos del Estado. Es muy sencillo y no hay que darle tanta vuelta, no se trata como dice Cubillos de que se esté atacando la libertad de enseñanza, ni mucho menos, solo aclarar si parte de los recursos que pone el estado de alguna manera se pueden estar utilizando para pagar estos sueldos inflados en demasía.
Dicen que la mejor defensa es el ataque y eso parece que Cubillos lo entiende muy bien. Al ser entrevistada por los medios de comunicación (que bien que haya dado entrevistas con posibilidades de recibir preguntas y no solo emitir comunicados como Chadwick) emplazo a los conductores de TV y les preguntaba sus sueldos, lo que aparte de romper el convenio tácito en una entrevista -uno pregunta y el otro responde- es de mala leche y claramente ensucia un tema que esta clarito. Se debe explicar si el pago de estos sueldos se hace con platas de todos los chilenos o no.
Todo esto además resulta impresentable por la historia de su protagonista, estamos hablando de Marcela Cubillos quien fuera precisamente ministra de Educación, la máxima autoridad de esta materia en el país. Recordemos que Cubillos cumplió este rol desde el 9 de agosto de 2018 hasta el 28 de febrero de 2020, además fue ministra de Medio Ambiente entre marzo y agosto de 2018, durante el segundo gobierno de Sebastián Piñera.
La discusión sobre lo legal y lo ético tampoco es tan compleja. Lo legal, lo deberá determinar la Superintendencia de Educación y la investigación que inició la Fiscalía, punto. Y lo ético parece que ya está zanjado. Desde nuestra perspectiva al menos aquí al igual que muchos otros casos que hoy afectan a la clase política o a círculos del poder judicial estamos en presencia en un modo de actuar que raya o sencillamente carece de los valores mínimos como la rectitud, la honradez, el sentido común, empatía, honrar la verdad, etc. Aquí tenemos a un grupo de personas que buscando poder o sencillamente plata se ha especializado en encontrar las brechas que presenta la institucionalidad y se aprovechan de ella.
Nos parece que la probidad también es importante sobre todo cuando hablamos de personajes públicos y mucho más para funcionarios o exfuncionarios a quienes se les debemos exigir un mínimo estándar y hasta ahora no se está cumpliendo.
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