Cambio climático y destrucción de humedales: El coctel perfecto para el colapso del Gran Concepción ante eventos de lluvia
El cambio climático está generando variaciones en procesos a gran escala como el debilitamiento en la intensidad de las grandes corrientes oceánicas o el cambio en la circulación atmosférica global, lo cual resulta en una mayor ocurrencia de eventos extremos como olas de calor, lluvias intensas, tornados y trombas, nevazones inusuales y grandes marejadas, entre otros.
El paso de dos ríos atmosféricos por la Región del Biobío, que dejaron más de 250 mm de agua caída en tres días, provocó una subida en el nivel de los ríos y otros cuerpos de agua, los que han inundado varios sectores de la región, dejando cientos de damnificados, casas destruidas, rutas anegadas e incluso personas fallecidas. En este contexto, cabe preguntarse ¿Cuáles son los factores que hacen que el Gran Concepción se inunde con mayor facilidad que en el pasado?
Si bien la respuesta es multifactorial, tiene un lugar común, la destrucción e intervención de nuestros acuíferos naturales, los humedales. Estos son ecosistemas claves que nos aportan una gran cantidad de servicios de bienestar, entre ellos ser grandes acumuladores naturales de agua y actuar como barrera ante inundaciones.
La gran demanda habitacional que se vive en la actualidad ejerce presión sobre las autoridades, las cuales deciden muchas veces sin toda la información técnica necesaria. El actual plan regulador metropolitano, que permite a partir de vacíos e interpretación antojadiza de las normas, construir en terrenos inundables, ha constreñido a tal punto a los humedales que no son capaces de cumplir de manera óptima la función de almacenar agua. Esto sumado a la urbanización y perdida de terreno filtrante hace que las aguas lluvias no puedan ser absorbidas, colapsando las calles y generando verdaderos ríos en poblaciones y parques.
La ley 21202 de Humedales urbanos, promulgada en 2020, ha sido un buen primer paso en la protección de estos ecosistemas, ya que permite crear expedientes técnicos basados en el estudio y conocimiento de los humedales para poder resguardarlos ante el avance del “progreso”. Sin embargo y ante la realidad actual, queda claro que la ley por sí sola no ha sido suficiente, dado lo complejo y lento del proceso de revisión de antecedentes y la falta de recursos para la fiscalización del buen cumplimiento.
En este punto se hace clave la educación ambiental, dirigida hacia la comunidad en general. Esta herramienta permite que las personas puedan conocer su entorno y lograr un sentido de pertenencia para con ellos, generando un vínculo entre los vecinos y sus cuerpos de agua. Esto, según experiencias comprobadas en diversos estudios, hace que las personas se “apropien” de sus ecosistemas, aumentando el cuidado y protección de ellos, además de educar a sus cercanos acerca de la importancia mantenerlos limpios y saludables.
Finalmente, queda claro que tenemos varias tareas por delante. Las Universidades y Centros de investigación deben ser capaces de generar información científica de calidad que sea utilizada como insumo para la toma de decisiones, pero además transmitirla a la comunidad de una manera clara y sencilla. Por su parte las autoridades locales y legisladores, deben considerar esta información la planificación territorial del área metropolitana, con el fin de cuidar la seguridad de los vecinos y al mismo tiempo proteger los valiosos servicios de bienestar que nos brindan los Humedales.