Momento constituyente
Fotografía: Referencial

Momento constituyente


Por Redacción Sabes | 08 Mayo 2021 22:38
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El panorama a una semana de la convocatoria a las elecciones de convencionales constituyentes es inseguro. Se puede advertir el peligro que representa el abandono del sentido de lo político en las propuestas de amplios sectores de la oposición. Debido a que estos buscan satisfacer las necesidades materiales de la población en vez de definir los marcos del establecimiento de la esfera de los asuntos humanos y la concepción de la libertad. Según el pensamiento griego antiguo, la capacidad del ciudadano para la organización política no sólo es diferente, sino que diametralmente opuesta a las asociaciones de la vida privada.

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En el marco de la construcción de un nuevo cuerpo político, la cosmovisión del alcalde Joaquín Lavín sobre un país “más pobre pero más feliz” ha sido asimilada por diversas fuerzas que proponen la incorporación en la nueva constitución de temas que no son políticos, generando un clima de expectativa en la población. Estas visiones olvidan que la pobreza no es sólo carencia, sino un estado de constante indigencia y miseria extrema cuya afrenta consiste en su poder deshumanizante, debido a que coloca a las personas bajo el imperio absoluto de la necesidad (Arendt, 1963).

Bajo este dominio se produjo el fracaso de la constitución de la libertad y la degeneración totalitaria de la revolución francesa. Los intentos realizados para resolver la cuestión social con medios políticos condujeron al terror, siendo este casi imposible de evitar cuando la violencia estalló en una situación de pobreza de masas. Cuando los franceses se dieron cuenta de que la constitución no era una solución para la pobreza, se volvieron contra la Asamblea Constituyente, del mismo modo que se habían vuelto contra la corte de Luis XVI (Arendt, 1963). Veían en las deliberaciones de los delegados engaño, hipocresía y mala fe. Fue esta guerra contra la hipocresía la que dio paso al Reinado del Terror y la futura depuración de los líderes, a raíz de que la rebelión de los pobres conlleva una dosis de fuerza mayor enteramente diferente a aquella que se realiza contra un opresor.

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La mención del proceso francés no tiene ningún objetivo de sentenciar el futuro de nuestro país. Más bien, busca recordar que la acción humana puede tener un principio definido, pero nunca tiene un fin predecible (Arendt, 1958). Además de que la transformación de la “cuestión” social en una fuerza política es la que más daño puede causar a la pluralidad y libertad en las que depende profundamente el buen funcionamiento del aparato democrático.

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