¿País solidario?
Desde 1994 que el 18 de agosto es considerado el Día de la Solidaridad en conmemoración de la muerte del Padre Alberto Hurtado. Y, tradición de años también, diversas organizaciones promueven agosto como el mes de la solidaridad con el objetivo de construir y formar en nuestro país una cultura solidaria.
Con varios años ligada a organizaciones jesuitas y de la sociedad civil, mi vida ha estado marcada por este mes, su significado y también las actividades que se desarrollan. Lamentablemente en esta oportunidad será diferente, pero no por eso menos importante.
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Hemos escuchado muchas veces que Chile es un país solidario. ¿La verdad? Discrepo. No somos solidarios. Somos caritativos que es muy diferente. Si nos vamos a la definición de la Real Academia Española, solidaridad es “adhesión circunstancial a la causa o empresa de otros”. Y aquí viene la clave: adhesión a la causa.
Cuando vemos campañas de recaudación de dinero, nos sumamos y aportamos. Cuando hay catástrofes como incendios o terremotos, aportamos. Pero en el día a día y más allá de las monedas en la alcancía o la transferencia bancaria, ¿cuánto realmente nos comprometemos con estas organizaciones que trabajan por la superación de la pobreza o la disminución de la desigualdad?
El Papa Juan Pablo II definía solidaridad como la “determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos”. Y esto va mucho más allá de aportes monetarios o voluntariado una vez al año. Tiene que ver con nuestra forma de entender la sociedad, de interactuar y vincularnos con otros y el hacernos cargo de los problemas y desafíos que como país enfrentamos para aportar desde nuestras veredas a alcanzar ese anhelado bien común.
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Finalmente, solidaridad es un proyecto conjunto que comienza con entendernos como una comunidad. Por lo mismo los desafíos que como región y país enfrentamos son de todas y todos y hacerse cargo de las soluciones y mejoras es un compromiso diario. La primera reflexión es si nuestro actuar es caritativo o solidario y, luego, cómo podemos avanzar de una a otra con una visión comunitaria y colectiva.
Construir un país más justo, más fraterno y con cultura solidaria es una tarea que nos involucra a todas y todos. Que el ejemplo del Padre Hurtado y tantas mujeres y hombres que han dedicado su vida a lograrlo nos inspiren a comprometernos desde aquello que nos moviliza. Las causas son muchas y necesitamos de todas y todos. Recordemos que acompañadas y acompañados este desafío se hace más llevadero.
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