Hoy vivimos en un mundo mucho más ruidoso que el de hace décadas y la población no dimensiona el riesgo “silencioso” que esto significa. Ya en forma natural perdemos la audición con el paso del tiempo y esto es acelerado por conductas que se han vuelto tan cotidianas como utilizar audífonos para escuchar música a alta intensidad en ambientes competitivos, que hacen necesario aumentar la intensidad del sonido (“volumen”).

Es muy común ver a jóvenes cruzando por la calle escuchando música que hasta es audible para los peatones a una considerable distancia. La intensidad del sonido utilizada en discotheques, pubs, la intensidad máxima a la que llegan los equipos de telefonía móvil y otros superan con creces lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y si vamos sumando la exposición a ruido que tenemos en el diario vivir llegamos a cifras alarmantes.

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Actualmente la población tiene mayor conocimiento y sabe que exponerse a ruidos fuertes es nocivo, sin embargo, no he visto que se le dé la importancia que reviste, ya que la pérdida auditiva repercute en la calidad de vida, provoca aislamiento y falta de participación social, aumentando el riesgo de depresión y deterioro cognitivo.

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Podríaalguien pensar que la pérdida de audición es algo que le ocurre a otros y queno es “tan grave”, pero lo cierto es que desde el día en que nacimos ya hemoscomenzado a perder audición y estamos acelerando ese proceso artificial einnecesariamente. Por eso es importante recordar también que al aumentar laexpectativa de vida todos necesitaremos nuestra audición bien preservada por mástiempo, aplazando al máximo el momento en que podamos requerir del apoyo de unaudífono, el que a pesar de la avanzada tecnología con la cual cuenta jamásreemplazará nuestro oído.

Evitar los riesgos y consultar a tiempo, son como siempre las mejores sugerencias para preservar nuestra salud auditiva, mantenernos conectados con nuestro entorno y aumentar la sensación de bienestar.

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