La silenciosa invasión de tortugas en humedales y lagunas del Gran Concepción
Las tortugas de orejas rojas fueron introducidas como mascotas en Chile, pero una vez crecieron, la mayoría de sus dueños pensaron que era buena idea liberarlas, generando un serio problema ecológico, realidad de la que no escapa el Gran Concepción. Llegan a medir hasta 40 centímetros, viven 40 años y ponen de 10 a 30 huevos por temporada. Son depredadoras naturales y pueden terminar desplazando a especies nativas.
En la década de los 90 se pusieron de moda. Posiblemente la serie “Tortugas Ninja Adolescentes Mutantes” contribuyeron a su popularidad. Eran pequeñas, silenciosas y, en teoría, no daba mucho trabajo mantenerlas. Además tenían unas líneas rojas en el cuello que les daba un aspecto más malote, como si fueran Raphael, la tortuga ninja de antifaz rojo. Pero al tiempo quienes compraron tortugas de orejas rojas, se dieron cuenta de que requerían más cuidado de lo que pensaban y de que crecían… y harto. Pueden llegar a los 40 centímetros de largo. Y mientras más crecen, más alimento y espacio necesitan.
La solución que encontraron los dueños de tortugas que querían deshacerse de ellas para quedar con sus conciencias tranquilas, fue abandonarlas en humedales, lagunas o canales. Si su origen estaba en los pantanos del sur de Estados Unidos, lo lógico, pensaron, era dejarlas en lugares similares, con agua, plantas y bichos para comer… qué puede “malir sal”.
Y todo salió mal. Silenciosa y lentamente, a paso de tortuga, estos reptiles se han ido apoderando de cuerpos de agua en todo Chile. “Tenemos reportes en La Serena, Valparaíso, la región de O’Higgins, Valdivia y por supuesto, Concepción”, dice Lucila Moreno, doctora en Ciencias con mención Ecología y Biología Evolutiva, y académica de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas de la Universidad de Concepción (UdeC).
En esta zona hay tortugas en al menos cuatro comunas: Concepción, Talcahuano, Hualpén y San Pedro de la Paz. “Las más visibles son las de Laguna Redonda, donde se tomaron una plataforma que se construyó para que aniden cisnes, pero también hay en Tres Pascualas. Además se han visto en Laguna Grande y el humedal Bayona, en San Pedro, en el humedal Vasco de Gama de Hualpén, y en el Canal Ifarle de Talcahuano. Prácticamente en todos los cuerpos de agua de la ciudad”, explica la académica, mientras muestra un tubo con tres huevos de tortuga obtenidas en ese último lugar (esta especie puede poner entre 10 y 30 huevos por temporada). “La importación de tortugas de orejas rojas fue prohibida en 2015, pero hemos visto tortugas pequeñas en zonas como el Canal Ifarle, lo que demuestra que se están reproduciendo”, agrega Moreno.
El primer paso: educar y reportar
Karim Abufarhue es ingeniero en Conservación de Recursos Naturales y actualmente cursa un magister en Zoología en la UdeC. Además es uno de los fundadores de la Agrupación Ecológica Canal Ifarle. En ese estero hay más de 90 especies de aves, algunas de las cuales nidifican ahí. “Es muy importante (el Canal Ifarle), pero tiene problemas de contaminación. Vimos aves poniendo huevos en medio de la basura”, relata Abufarhue.
Justamente ese lugar es uno de los que tiene más tortugas actualmente dentro del Gran Concepción. “En 2018 había un par de tortugas en el canal. En 2022 ya encontramos más de 20 y varias de ellas eran pequeñas, lo que daba a entender que se estaban reproduciendo”. La agrupación pidió ayuda a la Universidad de Concepción e iniciaron un proyecto cuyo primer paso es lograr catastrar todos los lugares con tortugas, a su vez que se educa a la población sobre tenencia responsable.
Para ello crearon un Instagram (@reportetortugascl), en el que se puede reportar avistamientos de tortugas de orejas rojas. También se puede informar a través de la aplicación i-naturalist.
¿Pero por qué tanto problema con estas tortugas? ¿qué mal puede hacer al mundo un animal tan kawai? “Aunque su impacto aún no está bien estudiado en Chile, en otros países en que también se han prohibido, se ha comprobado que han desplazado a la fauna local”, explica Abufarhue. Además, puede ocupar espacios de nidificación, comer huevos de aves o cazar insectos nativos.
Y al no tener un depredador en Chile, se reproducen casi sin limitaciones. “En su medio de origen su depredador es el caimán”, agrega Lucila Moreno. “Obviamente la solución no es traer caimanes”, añade.
¿Entonces un próximo paso sería erradicar las tortugas?
-Sí. La etapa siguiente sería erradicar. Creo que estamos en un punto en que podemos hacerlo porque no es una especie que todavía tenga alta abundancia…
¿Pero eso no chocaría con la Ley Cholito?
-Podría chocar. Las tortugas entraron como mascotas aunque desde 2015 su ingreso está prohibido... Hay una imprecisión en la ley que se va a tener que resolver en algún momento… Todas estas especies de animales exóticos (y que se pueden convertir en amenazas a la flora y fauna local), no está muy claro qué se puede hacer con ellas. Internacionalmente se clasifica a esta tortuga como una especie invasora, aunque en Chile aún no está en esta categoría. O sea, básicamente no está claro en qué categoría estaría esta tortuga y si chocaría o no con la Ley Cholito.
De hecho, la institucionalidad no tiene claro qué debe hacer, explican los expertos. “Si alguien va al Servicio Agrícola Ganadero para reportar tortugas, posiblemente le digan que mejor vaya a un municipio, y al revés”, dice Karim Abufarhue.
“Liberarlas también es maltrato”
Emilio es un actual estudiante universitario que el año 2008, recibió dos tortugas como mascota. Díez años después, el tamaño de estas se había multiplicado al menos por cuatro y la pecera se hizo chica, por lo que la misma tía que se las había regalado, le sugirió que las soltaran en algún lugar con agua. “En ese tiempo ya me había ido a vivir a Santiago. Fui al Parque O´Higgins, le pregunté al guardia y el mismo guardia me dijo que podía dejarlas en un sector que le decían la laguna de las tortugas. Estaba lleno de tortugas abandonadas. Yo tenía más amigos que tenían tortugas, y casi todos terminaron deshaciéndose de ellas de la misma forma, soltándolas en alguna laguna o río”, recuerda.
“Las personas piensan que es por darle una mejor vida a la tortuga. La liberamos, la dejamos en un ambiente natural… pero finalmente es un maltrato. Estamos poniendo una especie que no es de este hábitat, y que necesita ciertos requerimientos de temperatura y de alimentación. Es un abandono igual que el de un perro o de un gato”, sentencia Lucila Moreno.
“Aunque fue prohibida su importación, posiblemente hay gente que aún tiene tortugas. La recomendación es mantenerlas con los cuidados necesarios, pero de ninguna manera abandonarlas”, añade Karim Abufarhue.
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