La historia de la Tía Mary: La picada escondida en el Barrio Universitario de Concepción
En el corazón de la Agüita de la Perdiz, Concepción espera La Picada de Mary, más conocida como la Tía Mary. Sus almuerzos a $3500 y el trato hogareño le dio fama entre las y los estudiantes universitarios que la visitan a diario, subiendo la cima por un plato caliente y una sonrisa familiar.
En el 2009, Damary De La Rosa inició este emprendimiento junto a su marido, Carlos Labrín. Previamente se encargaba de un taller de costura, pero debido a un problema a la columna tuvo que abandonar el oficio.
''No tenía plata para comenzar un local, así que empecé vendiendo diez completos y diez hamburguesas'', comenta Damary, quien inició el negocio desde la puerta de su casa, ''se enteraron los chicos de la universidad y, en esos tiempos, venían en masa''.
A punta de esfuerzo y comida casera, el frontis de la casa de la tía Mary ahora es un gran comedor que atiende con Carlos y una ayudante, Adela Ruminot. Cada pieza alberga entre una y cuatro mesas, donde uno no almuerza solo, aunque vaya sin compañía, siempre se come en comunidad. Cuando están todos los espacios disponibles pueden albergar hasta 50 clientes a la vez.
La especialidad del menú es comer como en casa
El menú tradicional de la Tía Mary consiste de una sopa de entrada, un plato de fondo a elección, ensalada y pan. Acompañados de una botella de jugo en polvo y el infaltable merkén en la mesa. Todo por $3.500.
Además del bajo costo, los comensales son atraídos por el particular sistema de la picada. Si hay poco movimiento la misma tía Mary sale a recibir a los invitados, guiándolos a una mesa disponible y ofreciendo los cubiertos y el pan.
Pero el local se caracteriza por la atención independiente. Uno mismo debe acercarse a la cocina para recoger un plato, vaso o cubiertos y llevarlos a la mesa. Sobre la estufa a leña se lucen las ollas con la delicia del día, un menú rotativo que suele incluir tallarines, arroz, legumbres, budín, tortilla de zanahoria, pollo y longaniza.
''Carbonada no cocino porque vienen muchos niños vegetarianos'', detalla la dueña, por lo que mantiene los platos amigables con esta dieta.
Aunque la tía Mary domina con carisma el espacio, sus clientes son los protagonistas. ''Yo quiero mucho a mis estudiantes y les doy el 99% de mi preferencia. Yo sé llegar a ellos y a veces vienen a visitarme estudiantes extranjeros de Alemania, Francia, España'', indica De La Rosa.
''A ellos les gusta porque se sienten como en casa'', dice Damary, dándole en el clavo. Para los nuevos universitarios en Concepción, la sonrisa amable y conversación fácil de la tía Mary es valiosa. De vez en cuando los regalonea con un trozo de queque, pan amasado o sopaipillas.
El impacto de la pandemia
''Años atrás, antes de la pandemia, yo vendía 200 o 250 colaciones diarias'', lamenta la dueña, ''Ahora 20 o 30 dependiendo del día''. En los días de lluvia son menos los valientes que suben a la Agüita de la Perdiz para visitarla, pero las mesas nunca están vacías al almuerzo.
Aún así se mantiene en pie. La tía Mary no solo está establecida en su barrio, a donde llegó cerca del 1976, por las colaciones. También es una Caja Vecina, retomó su taller de costura y ofrece papas fritas, completos y helados. En pandemia se dedicó a la venta de abarrotes, pero dejó ese negocio.
Su mente emprendedora la motivó a sentar una pensión completa para estudiantes. Ahora está construyendo una ampliación para poner nuevas mesas en el comedor. ''Tengo 70 años y estoy orgullosa porque sigo trabajando y mi mente sigue activa'', concluye Damary.
¿Dónde está la Tía Mary?
Ubicada en Las Quilas 7 en la Agüita de la Perdiz, Concepción, la tía Mary puede ser difícil de encontrar para los recién llegados a la ciudad.
Para llegar hay que entrar por Los Sauces (colindante con Edmundo Larenas) y subir la pendiente hasta la calle Michimalonco. Se sigue caminando hasta doblar en Los Quillayes, donde verán los carteles de Caja Vecina al lado de una escalera.
La Picada de Mary abre a las 10 horas y deja de servir almuerzo entre las 16 y 17 horas o cuando se acaba el contenido de las ollas.
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