Candidatos Barbie
En época de campañas políticas comienzan a aparecer los ofertones y los famosos candidatos barbie. Quienes aspiran a un cargo de elección popular deben ser claros en cómo trasmitir a los posibles votantes la información de sus proyectos y ejes programáticos. Resulta que varios prometen lo que no está en su radio de acción y engañan a la ciudadanía con falsas promesas. Jugar con las expectativas es grave, y por ello es crucial que las personas tomen un rol activo informándose sobre sus candidatos y qué funciones y posibilidades tienen los cargos a los cuales postulan.
El fenómeno de los barbie es cada vez más común, pues vemos cómo los candidatos se transforman para “venderse” como la mejor opción. Un día pueden ser abogados, al otro veterinarios, arquitectos, bomberos y un sinfín de profesiones y oficios que dan para la imaginación, porque es la forma de operar más fácil, diciéndole a la gente que son capaces de solucionar todo. Pero en la práctica sabemos que cada uno tiene atribuciones particulares y limitadas, y ningún cargo popular es capaz de abarcar tantas materias.
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Chile vive una crisis de representación política y es momento de que los candidatos que proyectan llegar al parlamento sean personas capaces y responsables, que al momento de ir a pedir el voto sean sinceros en decir qué cosas están a su alcance y cuáles definitivamente no. Si un candidato a Senador o Diputado le dice que va a colocar iluminaria en su barrio o construir un espacio deportivo, o que va a mejorar las instalaciones de su junta de vecinos, no le crea. Los parlamentarios tienen tareas muy claras: crear y aprobar las leyes que rigen en Chile, representar a sus electores y sus intereses, y, por último, en un caso excepcional, los diputados deben fiscalizar a otros poderes del Estado.
Este tipo de prácticas banalizan la política, pues un espacio de deliberación democrática termina convirtiéndose en una simple transacción de servicios. La política en una democracia liberal, lejos de ser una actividad en el que se fomenta la dependencia al político, debe promover una ciudadanía independiente con base en la responsabilidad personal. Si permitimos que se haga costumbre que los candidatos salgan a ofrecer lo que les parezca más rentable para ganar votos, estaremos más cerca de vivir en un país con una cultura asistencialista en el cuál las personas solo van a esperar de la política algo tangible que les de satisfacción y no una visión de futuro.
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