La variante chilena

Llevamos más de un año que el primer caso de Covid-19 arribó a nuestro territorio y hemos visto, en más de 365 días, una y otra vez, al gobierno actuar bajo el contexto con múltiples estrategias que varían sin encontrar un método estable para abordar la situación que como mundo nos agobia día a día, rememorando a la película de 1993 El día de la Marmota protagonizada por Bill Murray, que nos lleva cíclicamente a vivir situaciones similares en tiempos distintos.

En este devenir pandémico, hemos pasado por cuarentenas dinámicas y segmentadas al confinamiento total, de tener un plan de desarrollo en contexto de pandemia que limitaba las libertades de desplazamiento en algunas áreas a un control total de lo que se puede o no hacer, de una cotidianeidad donde el consumo se basaba en el libre albedrío a un mecanismo de control sociopolítico de lo que puedes o no comprar, declarando lo que es o no esencial. Bajo esta lógica circular, vivimos en un relato sanitario del eterno retorno, que parte desde el miedo hacia el control social, que culmina con la falsa sensación de bienestar para así, nuevamente volver al eterno retorno de la incertidumbre.

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El motor que nos ha llevado a estar en un estado permanente de retorno es la autocomplacencia por parte de las autoridades frente a un acierto en un contexto particular -ventiladores y proceso de vacunación- y la falta de diálogo con expertos de distintas áreas del saber -baja valorización de los aportes potenciales existente en la Mesa social Covid-19- nos ha llevado en perder tiempo en la canonización de un buen acto más que en generar una robusta estructura de funcionamiento frente al contexto dinámico.

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Y en este contexto dinámico y multifactorial, es importante diferenciar entre cepa y variante. Según los expertos en virus, una cepa son los virus más alejados en el árbol genealógico entre sí; una variante es la agrupación de estos entre los que más se parecen entre sí. Existen variantes que afectan al sistema inmunológico, como la británica o la mexicana, también existen algunas que son más infecciosas, como la brasileña o sudafricana.

Dado lo anterior y la historia Covid en Chile, podemos afirmar que tenemos una nueva variante, la “Chilena” tiene su caldo de cultivo generado por 30 años de apatía institucional, de una desconfianza viral y de un divorcio sacramental de los administradores del Estado y sus representantes con la realidad social del común de la ciudadanía. Somos un caso a nivel mundial de cómo no hacer las cosas, logrando poner a Chile en un mismo nivel que las variantes más conocidas. Gran logro.

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