La territorialidad de la desigualdad
Chile es un país que desde su concepción ha sido desigual. Esta situación históricamente ha perjudicado al desarrollo, ha complejizado el progreso económico, ha hecho frágil la vida democrática, nos ha afectado en la convivencia comunitaria y amenaza la cohesión social. Si todos los componentes los unimos, más que ser una suma de elementos de realidades, se potencian y amplifican su impacto, demostrándose que la mayor cantidad de conflictos sociales por habitante se producen en las regiones donde el índice de desigualdad es igual o superior al promedio nacional.
Esta realidad en “conflicto” se representa en distintas esferas, realidades y contextos, dando a conocer su multidimensionalidad y su capilaridad, lo que genera distintas formas de entender el fenómeno. Abordar el desafío de reducir las desigualdades y la exclusión requiere, en primer lugar, entender sus causas, sus raíces históricas, sus formas de reproducción y sus consecuencias sobre la vida de las personas.
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Según los datos levantados en el informe “Desiguales” (PNUD, 2017), la revisión histórica muestra que Chile se ha distinguido siempre por una elevada desigualdad socioeconómica, que ha variado en intensidad y carácter a lo largo del tiempo. En el siglo XX se observan las mayores fluctuaciones: mientras en las primeras dos décadas las clases altas aún conservaban un predominio político, económico y social casi sin contrapeso, entre 1930 y 1973 hubo un proceso de creciente democratización, de la mano del cual las desigualdades se moderaron, para luego la dictadura militar impuso cambios políticos y económicos que derivaron en nuevas y significativas desigualdades.
Estos actores se fueron anclando en espacios territoriales, generando una geografía urbana de la desigualdad. Cada región, provincia y comuna fue el escenario de las fuerzas que moldean no sólo la ciudad desde lo estético, sino que también lo ético de la conformación social.
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La realidad de Chile desigual frente al escenario del plebiscito del 25 de octubre pasado nos dejó en evidencia la representación política de un sector de la sociedad que están en un lado del tablero de la sociedad chilena: el análisis histórico de la desigualdad se conjuga con los aspectos tributarios de erario nacional, con el valor del metro cuadrado y un discurso más asociado a la conservación de privilegios, del status quo y su sobrerrepresentación política de su situación de privilegio.
La territorialidad de la desigualdad es un tema de gran importancia como análisis para comprender el comportamiento sociocultural frente a esta realidad. Descentralizar el capital social promoviendo acciones que nos ayuden a reducir esta gran brecha -que es nuestro dolor como sociedad desde nuestra concepción como nación- es una obligación para comenzar de una vez a romper estas lógicas reproductivas para transformar a Chile en una casa común donde todos y todas dialoguemos para el mejor futuro sustentable y pertinente a cada uno de los espacios socioculturales que cohabitan esta larga y angosta faja de tierra.
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