Miedo, engaño y elecciones
Muchos sentimientos nos embargan día a día, sean éstos buenos, promotores de acciones, exacerbadores, de freno o simplemente neutralizadores. Nos hacen tomar decisiones y nos gobiernan sin saber su origen ni su intención.
Rafael Sagredo en una columna de Ciper.cl nos plantea un sentimiento que a lo largo de la historia política de Chile se ha utilizado como un argumento, un aglutinador de voluntades inconscientes o simplemente la negación de la razón profunda: el miedo.
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El miedo es un sentimiento común en los seres humanos, que nos detiene ante lo incierto o nos engrandece, pero en un contexto constante hace que una población viva de percepciones de temor ante lo inevitable, llenándose de misticismos y necesidad de una figura de poder que ampare y resguarde los sentimientos más humanos.
En relación a su origen, se puede definir el miedo como una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo, daño real o imaginario, también como un recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea. Hay que destacar la influencia de aspectos culturales en la difusión, diversificación y distorsión del miedo natural, original e inexplicable. Si bien una distinción radical parece imposible, pues casi siempre hay una base real sobre la que se sustenta las creaciones atemorizadoras, por esta razón hay que hablar de los miedos, en un sentido plural, porque no se trata de una respuesta espontánea ante peligros inmediatos, como mecanismo de defensa propio de la naturaleza humana, sino de las muy variadas formas de manifestación de temores, casi siempre mantenidos en periodos de tiempo prolongado y como consecuencia de particulares circunstancias mentales, sociales, políticas y económicas.
El miedo ha sido un actor político que siempre ha estado movilizando votos, lo anterior reflejado en las conocidas “campañas del terror” que buscan tensionar situaciones o generar sentimientos de irrealidades extrapoladas con argumentos sobrevalorados o simplemente que hacen creíble un argumento falaz con una reacción frente a algo inexistente o exagerado al punto de hacerlo tan falso que parece real.
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Los relatos políticos utilizan sentimientos, históricamente ha sido así, generando enemigos imaginarios anclados en un imaginario inexistente que sirve para regular conductas, que puede ser tan básico como un susto infantil con el monstruo que habita debajo de la cama.
En la actual situación que nos encontramos, ad portas de un proceso eleccionario -el más relevante en los últimos 30 años-, viviendo un proceso que marcará si o si nuestro futuro, vemos desplegarse discursos que apelan al miedo como recurso para influir sobre la ciudadanía, debiendo reconocer que la manipulación de la opinión tiene una larga historia. Cuidado con los cuentos infantiles, el monstruo debajo de la cama no existe.
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