Top 10
A lo largo de la historia, nuestro país siempre ha buscado entrar en los ránking, y en las listas de los mejores del mundo. Ya sea en el deporte o en la economía, decir estamos dentro del top 10 siempre ha sido materia de orgullo para levantar nuestra alicaída idiosincrasia nacional.
Es por eso que hoy cuando estamos en un vertiginoso ascenso dentro de los 10 países con más contagios de Covid del mundo, uno no puede más que horrorizarse y decepcionarse por este nefasto logro.
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Lo cierto es que nuestro país es el número 61 en cantidad de población, lo que nos convierte en la nación que tiene más casos por millón de habitante dentro del top 10 de contagios.
Esto ya nos habla del descontrol de la enfermedad en nuestro país. Es más, si la región Metropolitana fuera un país dentro de este ránking ocuparía el lugar número 12 a nivel mundial.
Por eso, nada explica que hoy Chile se encuentre a solo un día de pasar a Italia en la cantidad de contagios y posicionarse en el lugar número 8 del ranking, y con alta posibilidad de seguir subiendo. No hay justificación posible para poder entender el descontrol de los contagios de una enfermedad que vimos venir con un par de semanas de anticipación.
Ciertamente uno podría echarle la culpa a nuestro Gobierno, o en particular a un ministro de salud, sin embargo, las autoridades no son las únicas culpables de la propagación de la enfermedad.
La ciudadanía es un factor trascendental al momento de controlar esta crisis, y claramente muchos de nuestros compatriotas no han estado dispuestos a cumplir con las medidas sanitarias recomendadas. Es más, luego del estrepitoso fracaso de la “nueva normalidad”, uno no puede dejar de sentir un remezón en el estómago cuando ve que en Concepción cientos de personas hicieron filas para entrar a un centro comercial, no entendiendo la gravedad de los tiempos que vivimos.
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Si a eso les sumamos que la principal razón de que la estrategia de cuarentenas dinámicas fracasara, se debe a que es un plan de acción que está pensado para países desarrollados. Pero que, al no considerar la imposibilidad de acatar esas medidas de parte de nuestra población por su vulnerabilidad, su hacinamiento o la informalidad de sus trabajos, nos encontramos con una receta perfecta para el desastre.
El último gran bastión de la autocomplacencia frente a la crisis sanitaria es la cantidad de muertos, y la tasa de mortalidad de 1.8 que tenemos en el país, lo que nos aleja de los países donde las muertes superan los 20 mil, incluso los 100 mil, fallecidos. Sin embargo, entre más contagios tengamos esa tasa de mortalidad significara más compatriotas muertos por esta enfermedad. Además, con lo peligrosamente saturada que se encuentra nuestra red de salud pública, si seguimos con este nivel de caso, nada asegura que esta tasa de mortalidad se mantenga, sino que lo más probable es que aumente; más si consideramos que este invierno frio y lluvioso, recién comienza.
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