La Familia de Attilio
Attilio tiene dos mamás. En los hechos, siempre las tuvo. Emma y Gigliola siempre fueron las madres de Attilio. Tomaron la decisión de ser madres, por amor, y por amor, Attilio llegó al mundo. Fue un niño deseado, buscado, recibido con alegría y amado.
Attilio es el hijo de Emma y Gigliola. Siempre lo supo. Las reconoce como madres y se siente parte de los vínculos de afecto que entre ellos se forman. Son una familia, siempre lo fueron.
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Lo que sucedió el día martes 9 de junio de 2020, sólo fue la constatación oficial de algo que ya existía. Ese día, La jueza Macarena Rebolledo Rojas, del Segundo Juzgado de Familia de Santiago, dictaminó una histórica sentencia que ordena al Registro Civil a que inscriba por primera vez a un niño como hijo de Emma de Ramón y su esposa, la cientista política Gigliola Di Giammarino.
No es difícil comprender que dos personas decidan formar una familia, criar un hijo, darle un hogar y hacerse cargo de su crianza y educación. Lo que es difícil de creer es que un Estado les niegue ese derecho, porque las personas involucradas son mujeres abiertamente lesbianas y sobre ellas, pesan los prejuicios sociales, la moralina y la limitación de una sociedad que habla mucho de inclusión, pero es obtusa para aceptar la diferencia, en este caso sobre la orientación sexual.
En una democracia, es obligatorio garantizar la igualdad de oportunidades y el ejercicio de los derechos que facilitan a las personas desarrollarse en autonomía, igualdad y libertad. Sin embargo, ha habido vulneración de los derechos de Attilio y discriminación y violencia institucional contra Emma y Gigliola desde la génesis.
El fallo establece que es deber del estado chileno otorgar protección, sin discriminación, a todas las formas de familia que existan, y esforzarse por integrarlas a la vida nacional, pero no es vinculante. Nuestra tradición judicial no se rige por la jurisprudencia, por lo tanto, lo decidido por la jueza Rebolledo rige sólo para este caso y las leyes van siempre varios pasos detrás de los cambios sociales, aunque, estos ocurren con o sin leyes. Sin embargo, este triunfo de dos madres sí es importante como antecedente para la lucha histórica que las lesbianas y homosexuales, así como las personas que se asumen sexualmente diversas, están dando para ser considerados ciudadanos y ciudadanas en pleno derecho.
Las historias de vida tienen el poder de cambiar la historia. En nuestro país estamos acostumbrados a que las tragedias personales den origen a las leyes: Ley Zamudio, Ley Emilia, Ley Antonia, Ley Ricarte Soto. No obstante, la lucha de Emma y Gigliola por amor a su hijo Attilio, nos da una excelente oportunidad para hacer leyes a partir de finales felices.
No sólo hablamos del derecho de las y los ciudadanos de nuestro país a elegir pareja y formar familia sino, por encima de eso, se trata del derecho de los niñas y niños de Chile a tener una familia que les cuide y les ame, con la diversidad de vínculos que ellos implica. Y esto es crítico de tener en cuenta, considerando el trato que como sociedad le damos a la infancia y que está bien documentado por la prensa y los expedientes judiciales.
En este momento nuestro país vive una crisis sanitaria que se manifiesta en medio de un profundo cuestionamiento social que busca redefinir el país en el que queremos vivir. Esto implica revisar los conceptos de familia y aceptar que el estereotipo ideológico de la estructura familiar heterosexual y nuclear, cada día más escaso y en franca retirada, coexiste desde hace mucho tiempo con otras formas de familia.
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Según cifras publicadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el 71,1% de los niños nacidos en nuestro país provienen de parejas no casadas. Uno de los principales casos que se da en nuestro país, es que 1 de cada 5 hogares en Chile está a cargo de una madre sola, ya sea soltera, viuda o divorciada, especialmente de mujeres entre los 32 y los 47 años. A esto hay que sumarle otras formas de familia, como las interculturales, producto de las olas migratorias, aquellas formadas por “los míos, los tuyos y los nuestros” y las que se manifiestan tardíamente, con parejas que deciden tener hijos después de los 40.
La legislación y las políticas públicas, tanto las de desarrollo social como las de género, deben reflejar la diversidad de familias y la diversidad de mujeres que las componen, y apoyar a las personas que tienen hijos, sin otro factor de diferenciación que la capacidad de criar y cuidar, con amor y responsabilidad.
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