La inconsistencia de Saavedra
A raíz de la visita del presidente Sebastián Piñera al buque Sargento Aldea en Talcahuano, ahora reacondicionado para servir de apoyo en labores hospitalarias, el diputado Gastón Saavedra (PS) señaló en base a ella que “distraer tantos recursos en una visita clandestina, no me parece”. Una declaración bastante inconsistente, es decir, que supone una falta de estabilidad y coherencia en una cosa.
Si el honorable se encuentra tan preocupado por los recursos fiscales, aquella desazón e intranquilidad respecto al uso de éstos, lo llevaría a gestar iniciativas que replanteen el uso de ellos. Hagamos un ejemplo. Si dicha observación fuese consistente o, al menos perdurable en el tiempo, hubiésemos visto tal desasosiego al avizorar a la ex presidenta Bachelet duplicando la deuda pública del país para la ansiada educación de calidad. Ahora, resulta que la educación, tanto en matemáticas como ciencias, sigue estancada en sus mediciones internacionales desde hace casi una década según el índice PISA. Sin embargo, no vemos a nuestro distinguido representante del poder legislativo indagando en la implementación de tales recursos y su impacto.
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Pues bien, si la inquietud no es de tiempos pretéritos, vayamos al presente ¿Cuántas veces se ha visto al diputado Saavedra estructurar y elaborar un informe sobre los programas de gobierno ineficaces u obsoletos, a los cuales reestructurar o eliminar los escasos recursos públicos invertidos en ellos? ¿Cuál es el número de ocasiones en que el honorable ha propuesto un proyecto de acuerdo o resolución en la Cámara de Diputados para que el ejecutivo elimine gastos innecesarios, viáticos excesivos y reoriente dichos recursos en transferencias directas a los más necesitados? Como diría Don Quijote “dad crédito a las obras y no a las palabras, Sancho”.
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Por otro lado, olvida el diputado Saavedra, que la política y el ejercicio del poder, no es solo de discursos o frases, también es de símbolos, gestos y actuaciones. La población ansía ver a sus autoridades desplegadas, en terreno, tomando cartas en el asunto. Esa imagen anhela ver en los medios y no una distancia que importe la más amplia indiferencia. Pasemos revista a Jaime Durán Barba y Santiago Nieto, que en su libro “La política en el siglo XXI” señalan: “Cuando se comunica un mensaje, los ciudadanos no aprenden racionalmente los conceptos, sino que sienten los significados...la comunicación privilegia los contextos por sobre los textos”. En consecuencia, las palabras hoy han adoptado otras funciones, los símbolos que acompañan las actuaciones adquieren una relevancia mayor en los tiempos que corren. A partir de allí, se ha abierto una brecha en la que el presidente es muy hábil: la gestión.
Sebastián Piñera es un mal político, no es experto en la conducción e interpretación de un problema social, afín de concatenar soluciones y propuestas a la población. Pero, sí es un buen gestor, un mánager y un sabueso inagotable que no descansa frente a una adversidad que gestionar y medir en cifras. En vigilia constante sobre el virus que nos acecha y amenaza, se le ha visto activo y presuroso en su actuar. Esto se refleja en su visita a Talcahuano y es lo que tiene a La Moneda con una aprobación del 51% y al primer mandatario con un 40% de respaldo, según la encuesta de Ipsos. La política sencillamente,y para desgracia del diputado Saavedra, no es de inconsistencias.
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