Escuchar el silencio
De un tiempo a esta parte, producto del Coronavirus, la vida cotidiana como la conocíamos ha cambiado radicalmente. El centro de Concepción yace casi desnudo, vacío y desierto. La cuarentena y el aislamiento social han comenzado a calar más hondo. En un momento como el que atravesamos, en que prácticamente no se logran oír las ciudades, y en que nos encontramos en una instancia decisiva, es que hay que ponerse firme frente a la adversidad y colaborar en lo que se pueda. La asociatividad es un elemento clave en la contingencia.
Ejemplos en la coyuntura han existido muchos. Desde personas que desinteresadamente colaboran con adultos mayores -para evitar que estos se expongan- adquiriendo productos necesarios para ellos, hasta gremios que se han colocado a disposición para aportar su grano de arena. Por de pronto, los hoteles del Gran Concepción -en este caso Protur Biobío- ofreciendo 3.500 camas para el descanso de nuestros héroes anónimos del sistema de salud o la cuarentena de pacientes contagiados. Gestos como éstos demuestran que la asociatividad de las personas, al interior de la sociedad civil, puede y tiene mucho que decir aún en esta emergencia.
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Revalorizar la filantropía también es una conclusión importante que obtener en éstos días, como afirma el economista y filósofo Guy Sorman “la filantropía ya no es la caridad, aunque la incluya: ser filántropo implica querer cambiar la sociedad para que desaparezca la pobreza, la enfermedad, la discriminación, la incultura. Esta filantropía sistemática se basa en la donación, donación de sí mismo y de su tiempo, voluntariado y donación financiera a una asociación humanitaria”.
Ella no es exclusiva de personas con grandes fortunas, sino que cada uno en la sociedad puede ser un filántropo donando parte de su tiempo, dinero, conocimientos. Desde quienes ayudan adultos mayores o los que facilitan sus instalaciones hoteleras -como comentamos más atrás-, en un grano de arena que va consolidando una válvula de escape a los problemas que nuestra sociedad posee.
En los tiempos que corren, en los que permanentemente se escucha el silencio -así como lo hizo Andrés Iniesta frente al balón decisivo en aquella final del mundial de fútbol en Sudáfrica 2010, para darle la primera estrella a la madre patria-, es que debemos dar el testarazo definitivo, asociándonos y uniéndonos como país, dejando de lado odiosidades, la mezquindad y ese profundo sentir de mala fe de querer encontrar una debilidad en otro para obtener rédito al minuto de señalarla con el dedo.
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Como país debiésemos reflexionar que, frente a las distintas adversidades que hemos logrado sortear, ha sido la asociación y unidad la que nos ha sacado adelante y no la polarización o división. Comprender esto es de profunda importancia, porque mientras más logremos ese espacio colaborativo, más chances de sobrellevar esta crisis sanitaria tendremos.
No es mañana, ni pasado, es ahora. Estemos a la altura de lo que la crisis, el país y los habitantes de esta larga y angosta faja de tierra requieren.
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