La madre de todas las batallas
Desde los albores de la humanidad, nuestra especie siempre se ha visto rodeado por la amenaza de su fragilidad. La naturaleza e incluso los mismos seres humanos han representado un constante elemento de peligro en nuestra historia. Por eso esa falsa sensación de seguridad que hemos sentido como sociedad los últimos 30 años representa un simple paréntesis a siglos de desgracias, violencias, catástrofes y muertes al por mayor.
Ante eso, la crisis mundial del Covid-19, no solo ha puesto en jaque a todos los gobiernos de mundo, sino también nos ha hecho recordar que la fragilidad de nuestra especie sigue siendo un factor inherente a nuestra realidad. Es por eso que hoy no es exagerado decir que como humanidad nos encontramos enfrentando la verdadera guerra mundial de este siglo, que además de ser bastante más global que las guerras mundiales del siglo pasado (hoy el virus está presente en más de 200 países), también es bastante más cruenta, ya que nos enfrentamos a un enemigo silencioso e invisible que usa a nuestra propia especie como su vehículo de propagación.
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Ciertamente, esta es la madre de todas las crisis de la postmodernidad, puesto que todo ese estilo de vida, y todo ese vertiginoso ritmo de nuestro día a día, se ha puesto en un paro indefinido. Dándole paso a una verdadera guerra en todos sistemas de salud del mundo, los cuales se debaten en una constante lucha contra el virus. Hoy el individualismo, y el egoísmo que hemos construido durante los últimos años, deben pasar a un segundo plano, siendo remplazado por un colectivismo que es necesario para poder enfrentar esta lucha. El no salir, el restringir nuestra libertad, el teletrabajo y la cuarentena son acciones de lucha cuya razón de ser es que nosotros no seamos aliados del virus, y no propaguemos su extensión. Y aún cuando uno se sienta bien, o no este dentro de la población de riesgo, cumplir con estas medidas, precisamente es una acción de salud colectivista, donde ponemos por delante el bienestar de todos por sobre nuestros deseos, que es la mejor forma de enfrentar esta pandemia.
Obviamente, estas medidas que poco a poco irán avanzando a una cuarentena general en nuestro país, ciertamente van a generar turbaciones en la economía. Ciertamente nuestro estado de situación nacional, pone en tela de juicio la siempre escuálida billetera de la ciudadanía, y ciertamente esto a llevado a que el gobierno ponga en la balanza la variable económica siempre que ha pensado en tomar medidas más severas ante el Covid-19. Más que mal es parte de su pega. Sin embargo, hoy que enfrentamos lo que es la definición de una temporada de vacas flacas extremas, el argumento que no debe primar es el bienestar económico, cuando lo que está en juego es la vida de las personas. Ningún costo económico es más alto que las pérdidas de vidas humanas.
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En ese sentido, si algo ha caracterizado a Chile, ha sido una sólida y constante responsabilidad fiscal, y una inteligente capacidad de ahorro. Ante eso, todos esos años de ahorros hoy deben ponerse al servicio de lo que sin duda alguna es la crisis más grande que ha enfrentado nuestro país desde el quiebre democrático de 1973. Por eso es momento de poner la billetera, y la línea de crédito de nuestro Estado para poder enfrentar esta pandemia, para que cuando dejemos esta catástrofe atrás, tengamos que lamentar la menor cantidad de vidas humanas posible. Y después entre todos buscar formas para levantar la economía como ya lo hemos hecho antes en nuestra historia.
Entendiendo que el gobierno nunca debe dejar de lado las variables económicas, nunca debemos olvidar que la economía es una herramienta que existe para el beneficio de las personas, y esta nunca debe estar por delante de la salud de los seres humanos. En estos días donde nuestro Estado enfrenta uno de sus desafíos más oscuro, todas las herramientas, los recursos y bonanzas de nuestras épocas de vacas gordas deben aportar en la lucha más grande que nos ha tocado ver en más de 40 años, ya que nada de lo que se haga parece ser suficiente para parar esta pandemia.