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Ya declarado como pandemia por la Organización Mundial de la Salud, el Covid-19 o popularmente conocido como “Corona Virus” generó un comportamiento como grupo humano que se asocia al pensamiento colectivizado de incertidumbre, miedo y desconocimiento frente al día a día, olvidando que nuestras relaciones con pestes, virus, enfermedades, males que como sociedad de constante movimiento y de economías globalizadas hemos estado y estaremos en relación con éstas realidades de salud pública más frecuentemente de lo que pensamos.
Es así como en los 90´s fue el peak del Hanta Virus, que llegó generando incertidumbre en las personas, el tifus, el cólera y más atrás fue el sarampión y así podemos construir una larga e interminable lista de situaciones que nos ha puesto en jaque como sociedad global.
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Vemos en el mundo y los gobiernos dos líneas claras de comportamiento frente a estos fenómenos, pero que se asocian al rol que debe ocupar el Estado frente a la sanidad de sus miembros.
China actuó de manera centralizada construyendo espacios pertinentes para contener a los infectados en cuarentena, mostrando una acción colectiva para contener la enfermedad con vehemencia. Por otro lado, Boris Johnson y a Inglaterra actuando a no someter al Estado como garante de salud pública, sino como ralentizador del proceso, para que el sistema económico no se detenga ni colapse, con el miedo de que su nación caiga en el enemigo invisible más letal del sistema actual, la recesión económica. Otras naciones se basaron en la doctrina liberal del “dejad hacer” y que el mercado regule, teniendo casos de evolución del virus de manera exponencial, sin tener regulación más que el caos mismo.
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En este sistema global que es fuerte y débil a la vez, queda en evidencia en estas situaciones que el Estado sigue siendo un actor preponderante en las relaciones humanas, en la protección de derechos y de la salud pública, ya que el sistema bajo sus parámetros más conservadores busca generar riqueza, pero sin mirar atrás y bajo esa lógica las soluciones farmacológicas son su mejor arma.
Tal vez esta sea una situación que nos haga reflexionar a la codependencia que tenemos como sociedad, que nadie puede salvarse solo, que el imaginario de las fronteras es existente sólo en los mapas y que la salud es un deber y derecho universal. Si la ciudadanía no existe, no hay economía, por ende, como foco principal puede esperar.
La vida es frágil y su protección es un deber colectivo.
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