La baja natalidad ya no es solo un dato demográfico: es una advertencia estratégica. Chile alcanzó en 2023 una tasa de fertilidad de 1,16 hijos por mujer, una de las más bajas del mundo, muy por debajo del umbral de reemplazo poblacional (2,1). Las consecuencias de este fenómeno —documentadas por estudios recientes del CEP, Horizontal y diversas universidades— se traducen en una inminente reducción de la población en edad de trabajar (PET), con efectos directos en el crecimiento económico, los sistemas de pensiones y la sostenibilidad del desarrollo.
Desde esta perspectiva, la Región del Biobío, con su vocación manufacturera y educativa, enfrenta un riesgo particular. A diferencia de regiones del norte minero o el sur energético, Biobío no cuenta con industrias que compitan en escala o salarios con sectores como la gran minería o, próximamente, la industria del hidrógeno verde. Sin embargo, sus universidades, centros de formación técnica y diversidad productiva la convierten en una cantera de talento fundamental para el futuro del país. El problema es que ese talento podría emigrar.
En un escenario de escasez creciente de profesionales y técnicos, las industrias estratégicas, altamente capitalizadas y con capacidad de ofrecer mejores sueldos, competirán por los recursos humanos generados en regiones como Biobío. La amenaza, entonces, no es solo demográfica: es una posible pérdida de capital humano avanzado que comprometería el desarrollo regional si no actuamos a tiempo.
Pero también hay oportunidades y una de ellas es fortalecer la participación laboral femenina, que aún presenta brechas importantes en nuestra región. Con políticas adecuadas de capacitación, conciliación y corresponsabilidad, miles de mujeres podrían integrarse activamente al mercado laboral, ampliando la base de talento disponible. Otra oportunidad es retener e incorporar adultos mayores activos, que pueden seguir aportando con experiencia y flexibilidad, especialmente en áreas de mentoría, formación y gestión.
Además, Biobío puede transformarse en un polo de formación de capital humano avanzado, orientando sus programas hacia las industrias del futuro: minerales críticos, energías limpias, manufactura avanzada, logística, servicios especializados, elevando la calidad de su oferta educativa y profesional. Así, no solo se puede evitar la fuga de talento, sino también atraer inversión e innovación hacia la región.
Frente al envejecimiento y la baja natalidad, Biobío tiene dos caminos: convertirse en una región exportadora de talento o en un territorio que lo retiene, lo potencia y lo transforma en motor de desarrollo. La decisión no es demográfica: es política, económica y cultural, y aún estamos a tiempo.
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