19 julio 2025
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Gilda Espinoza: “Escribir fue un antidepresivo, porque había llegado al fondo del abismo y no había nada más abajo”

Por Cristian Ascencio | sábado 19 julio 2025 - 09:15
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En mayo de este año se retiró de las aulas la ingeniera y académica de la Universidad del Bío Bío, Gilda Espinoza, pero sigue muy activa. La conocida profesora, quien empezó a escribir en medio de la pandemia, este año publicará su séptimo libro.  

“Voy al Tijuana todos los sábados. Si no voy un fin de semana, ando con depresión profunda”, dice Gilda Espinoza, ingeniera, escritora y exacadémica de la Universidad del Bío Bío. La conocida profesora, quien hizo clases por 30 años en la UBB, se retiró en mayo de este año y, justamente, lo celebró bailando en ese local. También hizo un video de despedida en que explica por qué dejó la docencia (por las molestias derivadas de su enfermedad neurodegenerativa) y a qué se dedicará ahora: principalmente la literatura, un talento que descubrió durante la pandemia. “Fue un antidepresivo. Llegué al fondo del abismo y no había nada más abajo, así que tenía que salir de alguna forma”, explica.

¿Cómo empieza a escribir?

-Empecé con frases, luego relatos, luego cuentos y finalmente novelas. Con Lila Calderón, aprendí sobre poesía, prosa poética, cartas, autorretratos… Soy extraña porque escribo poesía, novelas y cuentos. Los expertos dicen que la poesía es lo que mejor escribo, pero a mí lo que más me gusta es la novela. Los cuentos ya no me gustan mucho, porque en la novela se pueden armar tramas más complejas y desarrollar los personajes.

Y de la ingeniería ya no habla mucho. 

-Antes del 2018, la ingeniería lo era todo para mí. Trabajaba en verano, para Navidad, Fiestas Patrias, solo para publicar artículos. Después me di cuenta, cuando empecé a usar la silla de ruedas, que perdí mucho tiempo, que no tenía sentido ni valía la pena. Me arrepiento mil veces haber dedicado tanto tiempo a los artículos de investigación, en vez de haber ido a la playa, a la nieve, a un cerro. No me gustaría que me reconocieran por publicar artículos científicos. Me gustaría que me reconocieran por un libro de poemas. En los poemas o novelas están los sentimientos, las emociones, lo profundo del alma, a diferencia de los artículos científicos que son puro razonamiento.

Las ingenierías tienen fama de ser “corta cabezas”…

-Sí, pero me arrepiento de eso. Uno tiene que ser más cercana a los alumnos… Desde el 2018 en adelante, cambié totalmente. De hecho, a la charla de despedida fueron muchos alumnos. Hubo también uno de los que llegó, que había egresado hace como 20 años atrás. O sea, tampoco fui tan mala como profesora.

De las redes a los libros

En el colegio Gilda Espinoza era buena  para matemáticas y también para pintar, así que quería estudiar licenciatura en artes. “Mi papá al final me dijo que estudiara ingeniería, por un tema laboral”. Egresó de ingeniería civil desde la Universidad de Concepción y después de hacer un posgrado en la Pontificia Universidad Católica, en Santiago. A la edad de 29 años volvió a Concepción a hacer clases, pero en la Universidad del Bío Bío. “Era trabajólica, pero cuando empiezan a aparecer los síntomas de la enfermedad, a los 47 años, estuve un tiempo sin hacer clases”. 

Después llegó la pandemia, una etapa que Gilda califica como muy dura. “Era desesperante y en esas condiciones empecé a sentirme mal anímicamente, y empecé a botar toda esa energía negativa. Eso que no soy una persona que sea fácil de deprimir porque tengo, gracias a Dios, una pareja que me apoya, Alvaro (que también es ingeniero y profesor en la UBB). Si bien es cierto no soy millonaria, tengo recursos económicos suficientes para pagar una kinesióloga, para pagar un psicólogo, para pagar medicamentos…”.

En la pandemia escribía frases cortas que publicaba en sus redes sociales y que después derivaron en relatos y en poemas. “Los iba colocando en Facebook y a la gente le gustó”. En su corta y rápida carrera de escritora, Gilda Espinoza ya ha publicado seis libros y ahora se prepara para lanzar un séptimo con RIL ediciones. 

¿Por qué empieza en pandemia a escribir? 

“La pandemia fue terrible para mí. Mi departamento es pequeño y no podía usar la silla de ruedas. Estaba todo el día sentada en un sofá, con una mesita al lado, sin autonomía total. En la universidad, en cambio, puedo moverme de forma autónoma con la silla de ruedas para ir al casino, a la cafetería, a hacer clases, ir al baño inclusivo, hay ascensores y rampas... El malestar anímico que me provocaba la pandemia, lo empecé a canalizar con la escritura. Primero fueron frases, luego relatos, después poesía y finalmente cuentos, que la gente gustaba en Facebook. Me contacté con un profesor de arquitectura de la UBB, Flavio Valassina, quien analizó mis relatos. Él me animó a presentarme a Editorial UBB y así lo hice. Gracias a la enfermedad, descubrí que podía escribir. Yo no leía mucho antes y para mi primera novela tuve que preguntar cómo estructurarla. Considero que algunos talentos surgen cuando uno llega al fondo del abismo, y mis poemas y novelas fueron una forma de liberar la rabia, la energía y la pena”.

¿Cómo ha llegado a escribir tanto en tan poco tiempo? 

“La gente no entiende por qué he publicado tanto. Lo hago porque he notado que cuando no puedo hacer cosas físicamente, tengo más capacidad de imaginación. La última novela, Realidades Cuánticas, la terminé escribiendo 14 páginas en un día, porque ya tenía todo en mi cabeza”.

Gilda Espinoza también ha sido activista por los derechos de los discapacitados y algunos de sus libros tocan esa temática. Incluso antes de la pandemia organizó una marcha que llegó hasta la Plaza de Armas de Concepción.

En la UBB veo que hay muchas rampas para sillas de ruedas ¿usted influyó en ello?

“La universidad en 2018 no estaba preparada para recibir a una persona, un profesor o alumno, en situación de discapacidad motora. No tenía ascensores y las rampas existentes eran insuficientes o estaban en mal estado. No quiero decir que las rampas sean por mi culpa, que por mí hay más rampas, pero en este tiempo la universidad ha implementado mejoras”.

Usted tuvo una etapa de mucho activismo en torno a la discapacidad. 

“En 2019, con Luis, un exalumno, organicé una marcha por los derechos de las personas con discapacidad. Marchamos desde la universidad hasta la Plaza de Armas. Es una forma de hacer entender que las personas con discapacidad no necesitan lástima, sino la oportunidad de ejercer sus derechos. Cantábamos "una rampa no es un favor, es un derecho".

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