Por el centro de Concepción se esparcen paraderos que tienen asientos curvos en vez de planos, o a veces ni siquiera tienen asientos, sino una barra para apoyarse. Su diseño es intencional y parte de una tendencia conocida como arquitectura hostil.
Su instalación tiene un principio simple: evitar que los espacios sean utilizados con un fin distinto del original. Cuando el objetivo es tomar la micro, "podría funcionar si existiese un transporte público eficiente donde los tiempos de espera fueran acotados. No es el caso en nuestra región", indicó la secretaria de Estudios de Arquitectura USS, Javiera López Avendaño.
No obstante, al impedir que estos sean lugares de permanencia, se vuelven inconvenientes para quienes tienen largos tiempos de espera. Tampoco permite que sean refugios, por ejemplo, para personas en situación de calle que los usan para dormir.
"Esa necesidad también está afectando a personas con discapacidad, embarazadas, obesas, etc, que no van a estar cómodamente esperando en ese paradero", indicó el decano de Arquitectura de la UDD, Pablo Allard.
Estos paraderos se pueden encontrar en las concurridas calles O'Higgins, Freire y San Martín, y la cantidad de personas circulantes también influyen en su instalación, señaló el alcalde Héctor Muñoz. "En veredas muy angostas se ha debido retirar el asiento de los refugios para cumplir con los requisitos de accesibilidad universal", indicó, para que personas en silla de ruedas puedan transitar.
En el centro y avenidas de Concepción hay una mayoría de paraderos de techo naranjo, construidos bajo el estándar del ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, para mayor "durabilidad y visibilidad", dijo Muñoz.
Es claro que estos esta infraestructura responde a preocupaciones de seguridad, razón por la que tampoco tienen placas laterales. "Hemos detectado que en algunos puntos estos espacios eran utilizados para pernoctar o realizar actividades indebidas", comentó el jefe comunal.
Además de quitar los asientos, la "desnudez" de estos paraderos deja a los usuarios vulnerables frente al clima, añadió la arquitecta de la USS. "Estos paraderos no están pensados desde la perspectiva de los usuarios", aseguró, especialmente para personas de la tercera edad o con discapacidades.
Según Allard, deben existir políticas públicas que resuelvan la crisis de vivienda y el "sinhogarismo". Pero la arquitectura también puede diseñar espacios públicos integrales.
López señaló que "esperamos que la tendencia sea a más paraderos inclusivos y que recojan de manera confortable las necesidades de los usuarios".
Para que estas paradas no se vuelvan hostiles con el público objetivo de Concepción, el académico sugiere los diseños se mantengan en actividad durante gran parte del día. "Así nadie va a ocuparlos para usos indebidos", apeló.
Una opción es crear paraderos quioscos, "que tenga buena iluminación y una persona que atienda", fomentando la conversación, indicó Allard. También vio una oportunidad en paraderos bicicleteros o paraderos que sean zonas de seguridad municipal. "O sea, tratar de articular el uso de esos espacios, porque puede ser muy desolador estar esperando la micro durante horas, solo en un paradero", agregó el arquitecto.
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