
Chomali influencer

El cardenal Fernando Chomali ha generado noticia nuevamente, esta vez por un gesto tan sencillo como lavar su camisa blanca frente a la cámara. El video, publicado en sus redes sociales desde Roma, antes de ingresar al cónclave, provocó una mezcla de reacciones: algunos valoraron su naturalidad, mientras otros lo consideraron innecesario, incluso frívolo. Pero lo que realmente está en juego aquí no es la autenticidad del gesto en sí, sino el atreverse a comunicar en un mundo que ha cambiado drásticamente, con tecnologías que están transformando a una velocidad inédita no solo la forma de comunicarse, sino también las dinámicas de las relaciones humanas y las estructuras de pensamiento.
Chomali no es ajeno a este fenómeno. Durante su paso como arzobispo de Concepción, mostró un interés constante por los medios de comunicación, desarrollando su propia revista, programas de conversación en televisión y utilizando cualquier plataforma disponible para transmitir mensajes e influir en la opinión pública. Es evidente que comprende el principio de McLuhan: el medio también es el mensaje. El hecho de elegir redes sociales y videos horizontales para Instagram no es solo un tema de formato, sino una decisión consciente de utilizar los recursos contemporáneos para conectar con audiencias diversas, con mensajes alineados con la misión evangelizadora, sí, pero sobre todo orientados a inducir la reflexión en la sociedad, tanto entre cristianos como en no cristianos.
En este contexto, cobra relevancia el concepto de “campo común de experiencia” que postula Wilbur Schramm: el mensaje se vuelve efectivo cuando hay una base compartida entre emisor y receptor. En este caso, Chomali parece consciente de que su modo de comunicar debe adaptarse a públicos más jóvenes y sintonizar con quienes ya están inmersos en la cultura digital. Es una suerte de evangelización a través de nuevos vehículos.
Sin embargo, esta estrategia también tiene su contracara. Mientras algunos valoran su uso de las redes para humanizar el rol eclesiástico, otros lo consideran inapropiado o anecdótico. El portal Religión Digital elogió su estilo cercano, destacando su capacidad de mostrar la cotidianidad de Roma de manera accesible. En cambio, el diario italiano Corriere della Sera lo mencionó con cierto tono irónico, aludiendo a su faceta de “influencer” en un contexto tan solemne como el cónclave.
Además, el dilema de exponerse no es exclusivo de Chomali. A todos nos ha pasado alguna vez: dudamos si compartir fotos de un viaje o de alguna situación cotidiana, nos preguntamos si estaremos sobreexponiéndonos o incluso si pareceremos un poco ridículos. Y si eso nos inquieta como usuarios comunes, con más razón puede generar cuestionamientos cuando se trata de una figura pública, y más aún si es una autoridad eclesiástica.
Es ahí donde radica el verdadero desafío: comunicar con claridad y valentía en tiempos donde el lenguaje institucional ya no basta para conectar con el público.
Mientras muchos líderes eclesiásticos aún se resguardan en la formalidad o en una prudencia que raya en el hermetismo, él elige utilizar las herramientas actuales para llegar a más personas, aun cuando eso implique recibir críticas tanto desde sectores conservadores dentro de la Iglesia como desde algunos ámbitos laicos.
Es valorable esta actitud más directa y audaz frente al estilo que por décadas se impuso en la Iglesia chilena, donde muchos dignatarios optaron por no decir nada, manteniéndose en una posición tibia y evitando ser claros cuando más se necesitaba. Esa costumbre de caminar siempre pisando huevos, de evitar el conflicto a toda costa, terminó por socavar la credibilidad institucional, especialmente cuando la Iglesia enfrentó crisis que requerían una postura categórica y firme.
Ahora bien, esperemos sinceramente que esta disposición a comunicar sin filtros y a mostrarse tal cual es no quede solo en el lavado de una camisa. Confiamos en que el cardenal chileno tendrá esa misma valentía cuando se trate de transmitir mensajes relevantes y complejos, especialmente en temas donde la transparencia y la claridad resultan fundamentales para recuperar la credibilidad perdida. Si el medio también es el mensaje, el uso de estas nuevas herramientas debe trascender la forma y la anécdota para convertirse en un mensaje capaz de reconectar con un público que ya no tolera el silencio cómplice o la evasión diplomática.
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