
Adopciones ilegales en Concepción: la búsqueda de dos hermanas a las que se llevaron en un auto negro
Durante la dictadura hubo cientos de adopciones ilegales en la Región del Biobío. Niños fueron arrebatados de sus padres para enviarlos a países como Francia y Suecia. En esta red actuaron asistentes sociales, jueces y abogados, entre otros funcionarios. Orietta Muñoz recuerda cómo un día de 1982 se llevaron a sus dos hermanas desde su casa de Barrio Norte, las ingresaron a un vehículo negro y nunca más las vio. Comenzó una búsqueda de cuatro décadas que te relatamos en este reportaje.
“Recuerdo ese día, lo tengo marcado. Estaba jugando en el patio con mis hermanas Viviana y Judith. Yo tenía 5 años y ellas 4 y 2 años. Mi mamá las vino a buscar al patio y me dijo que me quedara. Que las iban a llevar a un paseo. Al rato entré y mi mamá estaba llorando como desgarrada. Alcancé a ver por la ventana que metieron a mis hermanas a un auto negro y que les taparon la cabeza”. Orietta Muñoz dice que ese fue el último día que vio a Viviana y Judith. Ambas fueron llevadas por asistentes sociales supuestamente a un hogar de menores, pero desde el primer momento su mamá intuyó que algo no estaba bien.
Myriam Molina, mamá de Orietta, dice: “Cuando me di cuenta que se las llevaron tapándoles la cabeza, no me hizo sentido y me puse a llorar”. Cada vez que cuenta la historia, Myriam señala una visita que realizó al Consultorio Tucapel, como el comienzo de todo. “En el consultorio una asistente social me atendió y dijo que nos ayudaría. A los días enviaron a alguien del tribunal y nos hicieron firmar papeles para que las niñas entraran a un hogar por un tiempo, para que yo pudiera trabajar. Mi esposo y yo estábamos sin trabajo. Íbamos todos los fines de semana a verlas al hogar que quedaba en la calle José Miguel García, en (el sector) Camilo Henríquez”, relata.
Al tiempo lograron que sus hijas volvieran a casa, pero Myriam asegura que intentaron convencerla de entregarlas en adopción. Ella y su esposo, Pedro, se negaron, pero sí los convencieron de dejarlas otra vez durante un tiempo en un hogar, ya que Myriam estaba embarazada de su cuarta hija. Después del parto, las niñas volverían a casa. “Ese era el acuerdo, internarlas”, dice tajante Pedro, obrero de la construcción, en un sillón de su casa en Barrio Norte. “Nunca se nos pasó por la cabeza darlas en adopción. Éramos pobres y yo estaba sin trabajo, pero a mis hijos siempre los cuidé”, asegura.
El mal presentimiento con que quedó Myriam y que la hizo llorar el día que vinieron a buscar a sus hijas Viviana y Judith, al poco tiempo se hizo real. Cuando fueron a verlas al hogar durante un fin de semana, no estaban ahí. Les explicaron que las habían llevado a otro. Fueron a ese otro. Tampoco estaban. “Nunca llegaron acá, nos dijeron”, recuerda Myriam.
Fue a reclamar a los tribunales. Una jueza, no recuerda su nombre, le dijo que no fuera más porque sus hijas serían enviadas a adopción. “Después ya no me dejaban pasar”, dice Myriam. Orietta recuerda esos episodios: “Yo acompañé de chica a mi mamá. Recuerdo incluso a la jueza: alta, flaca y de cara muy arrugada. Retaba a mi mamá y no la dejaba hablar”.
Era 1982, en plena dictadura y en una de las más feroces crisis económicas que recuerda Chile. El desempleo alcanzó el 23,7% y el gobierno devaluó la moneda. En ese contexto miles de familias buscaban ayuda de instituciones estatales o de caridad, para alimentar a sus hijos. Y en ese contexto un grupo de asistentes sociales, hogares de menores, jueces, médicos y religiosos, fueron parte de una trama de adopciones ilegales.
La carta a Pinochet por adopciones ilegales en Concepción
Cuando le confirmaron a Myriam que sus hijas serían adoptadas, recuerda que la jueza incluso le mostró una foto de la familia con la que serían enviadas.
-Me dijo que las iba a poder cuidar mejor. Yo les decía que eran mis hijas, que no las había entregado -relata Myriam.
-Él acuerdo era internarlas, no entregarlas -recalca otra vez Pedro.
-¿Se encontraron con gente en la misma situación?
Myriam: -Una vez había una niña afuera del tribunal, era menor de edad. Y me dijo: “Me quitaron a mi hija, no me la quieren entregar”.
Pedro: -También teníamos una vecina acá en la población, a dos cuadras, que le llevaron a su hijo. Ella ya no vive acá, pero incluso reunió a harta gente que también había sufrido robos de sus hijos y marcharon por el centro. Salió hasta en el periódico, en la Crónica.
Un día Myriam se enteró de que el general Augusto Pinochet visitaría Concepción. “Le pedí a mi mamá que me escribiera una carta en que explicara que me habían robado a mis hijas. Me fui caminando al aeropuerto con mi guagua (Andrea, su cuarta hija, había nacido poco después de que se llevaron a sus hermanas). Paró un auto y me preguntó dónde iba. Les conté que iba al aeropuerto. ‘Nosotros igual vamos para allá’, me dijeron. El lugar estaba acordonado. Pensé que me podían disparar, pero me dije ‘tengo que recuperar a mis hijas y tengo que entregarle la carta al presidente’, entonces me metí a la mala. Llegué hasta el presidente y le pasé la carta. Le dije: “Bienvenido, léala porque es urgente’. La debe haber leído, porque a los días llegaron unos abogados a hablar a la casa”.
La carta a Pinochet y la visita no sirvieron: “Me dijeron que todos los papeles de la adopción estaban en regla, así que no había nada que hacer”. Tampoco se pudieron enterar si Viviana y Judith aún estaban en Chile.
“Nos pasamos los peores rollos. Que habían muerto, que las maltrataban, incluso que las habían robado por sus órganos, porque en esos tiempos decían que las robaban para eso”, dice Pedro.

La red para apropiarse de niños
Orietta nunca pudo ni quiso olvidar el recuerdo de sus hermanas siendo llevadas de su casa en ese auto oscuro. Visitó oficinas públicas y el año 2000 encontró una pista importante. Fue a una oficina del Registro Civil en calle Carrera. Ahí un funcionario le entregó los certificados de nacimiento de sus hermanas. Ambas tenían rut chileno. Es más, las dos estaban inscritas con domicilio en Vitacura, Santiago. Viajó hasta allá, pero Viviana y Judith no vivían ahí. En su lugar encontró un hotel: Las Acacias.
Marisol Rodríguez, presidenta de la fundación Hijos y Madres del Silencio, explica que en muchos casos los niños antes de ser sacados del país, fueron inscritos en hoteles en Santiago. “Además de Las Acacias, están en esta lista los Hoteles Sheraton y Carrera”, explica. Solo en el hotel Carrera hay inscritos 88 niños enviados al extranjero. Cuando ellos buscan sus domicilios electorales en el Servel, salen registrados en esos hoteles.
Es que las adopciones ilegales en Chile, según Hijos y Madres del Silencio, funcionaron como una red en que se unieron funcionarios y profesionales para apropiarse de niños. Hay miles de casos corroborados en todo Chile y es la región del Bío Bío, después de la Metropolitana, la que acumula más denuncias. “En esa región tenemos unas 200”, explica Marisol. “De Concepción los llevaban principalmente a Francia, Suecia, Italia y, en algunos casos, a Bélgica”, añade. La gran mayoría de los niños fueron sustraídos durante la dictadura, en las décadas de los 70 y 80.
En algunos casos los funcionarios ubicaron mujeres vulnerables, pobres o madres adolescentes, y en los mismos hospitales las convencían de que sus hijos habían muerto en el parto. El otro modus operandi fue el sufrido por la familia Muñoz Molina. Asistentes sociales les dijeron a los padres que dejaran a sus hijos en guarderías por algunos días, para que pudieran trabajar tranquilos. Según Hijos y Madres del Silencio, en estos casos se falsificaron las firmas a las madres y las asistentes sociales declararon falsamente que los niños habían sido entregados para adopción.
Durante la década del 80, según un estudio realizado por el investigador S. L. Kane, Chile estuvo entre los 10 países que enviaron más niños para ser adoptados en el extranjero. La investigación judicial iniciada por el ministro Mario Carroza, calcula que podrían haber salido unos 20 mil, aunque reconoció la dificultad de conocer la cifra exacta.
El video de youtube
Justamente gracias a Hijos y Madres del Silencio, Orietta supo por fin a dónde habían sido enviadas sus hermanas. La coordinadora de la agrupación en el Bío Bío, María Elena Castro, encontró un documento que señala: “Se concede la tuición de las menores antes indicadas al matrimonio solicitante…” y “se autoriza a (nombre de las hermanas) a salir de Chile con rumbo a Francia”. El documento está firmado por la jueza Silvia Oneto, quien años después llegó a ser ministra de la Corte de Apelaciones de Concepción y que es sindicada por decenas de denunciantes como la jueza que fue parte del proceso de robo de sus hijos. Oneto falleció en 2019.
Ya conocido el destino de sus hermanas, Orietta comenzó una búsqueda en redes sociales enfocada en Francia. Hace seis años encontró un video en youtube colgado por una mujer que tenía los mismos nombres y apellidos de su hermana menor. Se lo mostró a su mamá: “Mira, la niña del video se parece a nosotras”. Decidieron que había que escribirle. Escribieron el siguiente mensaje: “Someone in Chile thinks to recognise the woman in this video and would like to determine if this indeed concerns the person they are looking for since a long time/Alguien en Chile cree reconocer a la mujer de este vídeo y quisiera determinar si efectivamente se trata de la persona que está buscando desde hace mucho tiempo”. El texto iba acompañado de un correo electrónico para que la autora del video pudiera responder.

La búsqueda por redes sociales
“Ya estás con lo de la búsqueda otra vez”, confiesa Andrea que le decía a su hermana Orietta cada vez que veía que esta última subía mensajes en redes sociales.
Para Andrea la desaparición de Judith y Viviana es una historia familiar triste y extraña, pero no tiene recuerdos porque nació justo después que se las llevaron. El caso de Orietta es muy diferente. “Incluso recuerdo que ese día estábamos jugando a grabarnos en la tele”, dice.
Orietta cada cierto tiempo subía mensajes a redes sociales, como este de Facebook de febrero del 2019: “Busco a mis hermanas. Creo que les cambiaron nombres, apellidos y hasta el rut”. La publicación va a acompañada de los certificados de nacimiento de ambas.
Ese mismo 2019 Orietta encontró un video en youtube subido por una usuaria que tenía los mismos nombres de su hermana menor Judith. El video, antiguo, del año 2012, es un montaje con varias fotos en sepia y una canción francesa de fondo. Dura 2 minutos y 27 segundos y en él se ve una chica con un gran parecido a Orietta. Le dejaron mensajes en el canal, pero nadie contestó.
Adopciones ilegales en Concepción: "Estoy buscando en todas partes"
Es el 19 de enero de 2025 y Orietta está trabajando como auxiliar en el Hospital Regional de Concepción. La familia se acuerda muy bien de la fecha porque los padres, Myriam y Pedro, habían ido a Yumbel, un día antes de la Fiesta de San Sebastián.
Orietta recibió un mensaje de una prima: “Hay una chica de Francia que me escribió por Instagram y que dice que es tu hermana. Está tratando de ubicarte”.
El mensaje escrito por la chica francesa decía: “Lo siento por mi espagnol. Nacido en 1981. Decobro en mi papel que mi padre y madre están en vida (...) estoy buscando en todas partes (...) nosotros solo quieres conocer la veritad. Si fueron abandono o roban a nostra familia en la dictadura. Tal vez usted tiene algún conocido en su familia”.
El protocolo, cuando ocurre algo así, es que la información se envíe a la fundación Hijos y Madres del Silencio para que ayuden a corroborar si se trata o no de un reencuentro exitoso. Es que ocurren casos en que dos personas que buscan familiares, al conocerse, se convencen de que son parecidos físicamente, pero al final se dan cuenta que no eran quienes se buscaban. “Eso provoca mucha frustración”, explica Marisol Rodríguez, presidenta de la fundación.
Además, Orietta había tenido un par de malas experiencias de personas que se trataron de hacer pasar por su hermana, pero con la intención de pedirle dinero. “Así que lo que hice fue enviar los datos a Marisol ese mismo día. Y ese mismo día nos confirmó que quien nos estaba contactando desde Francia tenía una carpeta con sus antecedentes y que se trataba de Judith, mi hermana menor”, narra Orietta. “Me quedé sin habla, solo lloraba”, añade.
Andrea recuerda que cuando Orietta le contó, fueron juntas al patio de la casa a conversar, “En un momento no me aguanté más, la busqué y le escribí a Judith por redes sociales. Le puse: ‘Cómo estás hermana’”.

Todas fuman
Es martes 11 de marzo de 2025. Orietta, Andrea, Myriam y Pedro están alrededor del celular. Marcan a un número en Francia y al otro lado aparece Judith. Es flaca, morena y está fumando. Confiesa que está nerviosa. Myriam y Pedro dicen que quieren abrazarla pronto. Judith sonríe. Aparece una sobrina y le dice a Judith que quiere aprender francés para hablar con ella.
Judith no habla español fluido, pero ha aprendido algunas palabras. La entrevista transcurre entre inglés y francés, ayudados por el traductor del celular. Explica que después de que fallecieron sus padres adoptivos y de enterarse que en Chile se habían sustraído niños durante la dictadura, decidió buscar a su familia de origen y conocer la verdad.
Marisol Rodríguez añade que en Europa se han publicado varios artículos periodísticos y que incluso se estrenó un documental sobre las adopciones ilegales. Allá hay una agrupación de adoptados (RAIF), a la cual se acercó Judith.
Marisol añade que en la mayoría de los casos las familias adoptivas les explicaban a los niños que habían sido entregados por sus padres biológicos, por lo que muchos de ellos prefieren no iniciar la búsqueda por miedo a ser rechazados. “Creo que en el 98% de los casos, los padres adoptivos no sabían que estaban haciendo algo que no correspondía. Sobre todo los del extranjero, porque ellos pensaban que estaban haciéndolo por agencias de adopción”, explica.
En la videollamada, Judith fuma. Al otro lado, Orietta, Andrea y Myriam también fuman. Se miran, pareciera que quieren decirse muchas cosas, pero el idioma es una barrera. Con Viviana no han podido hablar tanto como quisieran. Según Orietta, a ella la afectó mucho todo lo que pasó. “Sé que no lo pasó bien, igual que Judith, pero no quiero presionarlas a que nos cuenten todo. Que ellas nos vayan contando cuando se sientan en confianza es lo mejor”.
Myriam dice sobre el pasado: “Éramos jóvenes y no teníamos experiencia. Se aprovecharon de eso”. Después de que les arrebataron a sus hijas, Myriam y Pedro tuvieron otros dos hijos. Uno de ellos falleció a los 21 años, ahogado al tratar de sacar una pelota en la Laguna de las Tres Pascualas. Orietta reflexiona: “Han sufrido harto, pero por fin pudieron saber qué pasó con ellas y verlas”. Pasaron 43 años para eso.

Si estás buscando información sobre familiares que podrían haber sido adoptados ilegalmente o sobre tus orígenes, puedes contactar a Hijos y Madres del Silencio por sus redes sociales: @hijosymadresdelsilencio. Además puedes ver en estas mismas redes, sus cuadros de búsqueda.
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