
Goalball: el Fernández Vial que ascendió
Tres días a la semana la selección de goalball del Club Fernández Vial, entrena para su próximo desafío en la primera división chilena. Logró subir de categoría el 2024, el mismo año que debutaron en la liga nacional de este deporte creado para personas con discapacidad visual.
“Si dices mía, tienes que ir sin miedo”, le dice el entrenador Cristóbal Villalobos al jugador José Villarroel. Es el primer martes de marzo y a la vez el primer entrenamiento del año del equipo de goalball de Fernández Vial.
El entrenamiento que se realiza en el gimnasio del Vial de calle O´Higgins, es intenso: avanzar tres pasos adelante, lanzarse al suelo con todo el largo del cuerpo, pararse rápido e ir hasta la mitad del arco, lanzarse al suelo otra vez, pararse e ir al otro extremo del arco, lanzarse al suelo nuevamente. Después atajar pelotas rápidas, hablarse para no chocar, trotar… la mayoría del tiempo con los ojos tapados por unos antifaces, para así acostumbrarse a guiarse por los sonidos.
“Entrenamos tres días a la semana”, explica Villalobos, quien es profesor de Educación Física y que llegó a hacerse cargo del Vial Goalball después de trabajar en la Corporación de Ayuda al Limitado Visual. El esfuerzo dio frutos. En diciembre el Vial logró ascender a la primera división de la liga nacional. Doble mérito tomando en cuenta que lo hizo en la temporada en que debutaron.

Las reglas del goalball
El goalball fue creado por el alemán Hans Lorenzen y el austríaco Seep Reindl, para ayudar a la rehabilitación de personas que habían quedado ciegas durante la Segunda Guerra Mundial. Actualmente se juega en los Paralímpicos y es uno de los deportes que más atención generó en los últimos de París. Como los buenos juegos, sus reglas son sencillas, pero ganar es lo difícil.
La cancha ocupa las mismas medidas de una de voleibol y los arcos miden 9 metros de ancho por 1,3 de alto. Cada equipo tiene tres jugadores en el terreno, que defienden su arco. Todos llevan cubreojos para que no haya ventajas (la mayoría de los jugadores no tiene ceguera total). Hay marcas en el suelo, que se instalan con cuerdas y cinta adhesiva, que les permiten a los jugadores orientarse.
El objetivo es marcar goles en el arco contrario y evitar que el rival los marque en el propio. Los equipos se lanzan la pelota de lado a lado hasta que alguno anota. La pelota es casi del mismo porte que una de básquetbol, pesa un poco más de un kilo, y al interior lleva cascabeles. Y justamente el sonido es parte esencial del juego. Los cascabeles permiten a los jugadores saber la dirección en que va el balón. Cuando se juega un partido todos los espectadores deben estar en silencio. Este sólo se rompe por las indicaciones que se dan entre los jugadores -”Voy”, “Tuya”, “La tengo”- y por los dos silbidos que indican que hubo gol. “Y para celebrar los goles, el público puede gritar”, explica Dylan Sepúlveda, una de las estrellas del Vial.
Estrellas en ascenso
Dylan tiene 18 años, estudia educación física en la Universidad de Concepción y tiene el síndrome de Stargardt. “Es un problema genético que afecta a todo el ojo. El campo visual, las distancias, los colores… en mi familia soy el único que tiene el síndrome. Posiblemente mi mamá tenía el gen”, explica. Comenzó a practicar goalball a los 16 años, es uno de los titulares del Vial y también es integrante de la selección juvenil chilena. “El goalball me ayuda a mejorar mi audición y mi capacidad de reacción”, dice Dylan. Cada vez que lanza el balón, hace un giro para que tome más velocidad. “Es uno de los lanzamientos típicos en el goalball cuando van subiendo de nivel (el con giro), pero después aprenden uno que es con un salto, que es más avanzado”, explica su entrenador.
El año pasado el Vial ganó el segundo cupo de ascenso, después de unos exigentes play off en que superaron a equipos de Coquimbo, La Serena y Viña del Mar. “Tuvimos que sudar harto para lograrlo”, reconoce Dylan.
Los buenos resultados del Vial atrajeron a jugadores de otros equipos y regiones. Uno es Sebastián Gómez, quien es seleccionado nacional y vive en Santiago, mientras que el otro es Matías “La máquina del sur” Villa, quien llega transferido desde el club Pumas de Aysén.

“¡Prepara, play!”
En este primer entrenamiento los refuerzos aún no están, pero se entrena duro. “¡Prepara, play!”, grita el entrenador. “¡Vamos Dylan, mátalo; Vamos José, resiste!”, gritan desde la orilla de la cancha. Dylan da un giro y tira el balón de la misma manera en que se lanza una bola de bolos. Es que la pelota antes de cruzar la mitad de la cancha, debe tocar en el lado del equipo lanzador. José se estira para bloquear, pero el balón pasa a unos 5 centímetros de sus manos. Es gol.
En la orilla de la cancha está Ximena Matus, 47 años, sufrió de una encefalitis cuando guagua que le afectó la visión para siempre, integrante de la rama femenina de goalball del Vial. Fue la única mujer que llegó al primer entrenamiento, así que le tocó jugar contra los hombres. “Una compañera estaba fuera de la ciudad y la otra tiene que ir a dejar mañana temprano a su hijo al colegio, así que no pudieron venir. Igual quedo un poco apaleada (entrenando con los hombres), porque la pelota viene más fuerte”. La rama femenina de goalball del Vial jugará este año en segunda división.
José Villarroel, de 19 años, termina de entrenar y el sudor le corre por la cara. Es estudiante de Gastronomía, en el Inacap. Se incorporó al equipo de goalball del Vial recién hace 5 meses. “Empecé en los Paranacionales y alcancé a jugar en la liga de ascenso”, relata. También participó en una concentración en el verano, a la que llegaron jugadores de todo Chile. “De 9 de la mañana a 7 de la tarde fue puro entrenamiento, pero ese es el esfuerzo que nos está haciendo mejorar”.
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