Opinión: Fortalecer las Humanidades
El pasado miércoles 12 de junio, el programa Agenda Económica de CNN Chile emitió la entrevista realizada al economista y profesor de la Universidad de California en Los Ángeles, Sebastián Edwards, espacio donde estableció la idea de eliminar los fondos de Becas Chile en humanidades por 10 años y otorgar ese financiamiento del Estado a estudiantes de ingeniería aplicada. Estas declaraciones generaron un importante debate en la esfera académica chilena, junto a una serie de escritos y contestaciones en la prensa. Así destaca la carta al director titulada Humanidades y “humanidades” del propio Edwards publicada el sábado 15 en El Mercurio.
Mas allá de la propuesta en la entrevista y de los argumentos maniqueos en la carta al director, aquí se revela el espíritu del tiempo y la ligereza de pensamiento. La proposición de Edwards no es casual ni antojadiza, pues sus dichos están sostenidos y fundamentados en el imaginario canónico de la modernidad que comenzó a instituirse en Europa entre los siglos XVII y XVIII. En este imaginario social o sistema de creencias se ancla la razón instrumental y el pensar calculante, desde donde se considera que todo puede y debe ser potencialmente objetivable, medible y calculable. Un sistema de regla que permite calcular el porvenir de las sociedades.
Este imaginario, de pretensión universalista, fundamenta una triangulación ontológica, epistémica y moral, que reduce la comprensión de la vida humana a categorías lógicas, racionales y economicistas. En este contexto, el pensamiento heterónomo de Edwards está plenamente fundamentado y dominado bajo la idea de que los países progresan sólo cuando existe crecimiento económico.
Aquí, emana de manera nítida el desprecio por las humanidades que sostiene Edwards y que se viene observando desde hace años en el sistema educativo, donde se desplaza la reflexión, la literatura, la filosofía, el arte, la música y la historia a las galeras del pensamiento. Situación que se ve reflejada en el individualismo, la falta de empatía, la violencia, la irreflexibilidad, el empobrecimiento cultural y la banalidad del espectáculo que hoy gana terreno en nuestra cotidianeidad.
Las humanidades son fundamentales para que como individuos seamos conscientes de lo que somos y del mundo que nos rodea. Las humanidades, de manera integral, fortalecen la reflexión y la elucidación de aquello que denominamos la realidad y de nuestra propia condición humana.
Las humanidades son trascendentalmente relevantes y las ingenierías también lo son. El ser humano es complexio oppositorum. Como bien diría el antropólogo catalán, Lluis Duch -influenciado por G. Durand, H.G. Gadamer y E. Cassirer-, el ser humano es polifacético y se compone de la relación indisociable entre mythos y logos, superando así la disputa del siglo XVIII que excluía en dos posiciones desconectadas al pensamiento ilustrado y el romanticismo. En este sentido, se debe entender que el ser humano se expresa en un amplio sentido a través de la palabra, es decir, mythos y logos; imagen y concepto; imaginación y abstracción.
En definitiva, desestimar toda la riqueza reflexiva de las humanidades nos conduciría a una condición únicamente calculante y superflua con irreparables consecuencias para la sociedad. Por ende, en lugar de despreciar, se invita a Edwards a incluir y a interconectar para así fortalecer en el estudiantado (de todas las áreas del saber) un pensamiento complejo, profundo, empático y holístico.