La historia de la panadería Corvalán: Un hito del sector Leonera en Chiguayante
Fotografía: Sabes

La historia de la panadería Corvalán: Un hito del sector Leonera en Chiguayante


Por Patricia Castillo | 29 Abril 2024 07:44
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De lunes a domingo, la Panadería Corvalán abre sus puertas a vecinos de todo Chiguayante y el Gran Concepción, pero sin duda sus clientes más fieles son los vecinos y vecinas del sector La Leonera, que vio al negocio surgir del esfuerzo de su fundadora, Yubeli Muñoz Garrido.

Del matrimonio de Muñoz con Jorge Corvalán nació "La Corvalán", en el 2003. Yubeli tenía experiencia en la histórica Panadería Collao y su padre hizo pan en un antiguo local de Talcahuano. "Es como que vengo con eso en la sangre", indicó la mujer. Así empezó horneando hallullas, colizas y pan francés, con ayuda de sus hermanos y primos, en su tradicional horno chileno que ocupa la mitad de la sala de elaboración.

"Abrí sola porque mi esposo se fue a trabajar afuera. Me compré una bicicleta y empecé a buscar clientes. Llenaba las bolsas de pan y salía a repartirlas", recordó emocionada.

Tardó varios meses en crecer, pero vivió un par de años con gran éxito en su local de Manuel Rodríguez 3474. Muñoz explicó que "empezamos a encontrar maestros panaderos, nos empezó a ir bien. Llegamos a hacer dieciocho sacos de harina, de 50 kilos, teníamos dos repartidores, dos vehículos, diez o doce personas trabajando. Era el boom del pan, antes de que llegara el supermercado".

A 20 años de su inicio, Yubeli enfatizó sus "ganas de salir adelante" y cómo el surgimiento de la panadería Corvalán acompañó al crecimiento de Leonera. "Todos éramos pobres (...) pero ha evolucionado, ha crecido. La gente ha educado a sus hijos, las mamás han sacado a sus familias adelante, hay un espíritu de superación", reflexionó. Aún así, lamenta los problemas de seguridad en el sector.

Una emprendedora innata: Yubeli Muñoz, fundadora de Panadería Corvalán

Yubeli Muñoz Garrido llegó a los siete años a vivir a La Leonera, entre el cerro Manquimávida y el Río Biobío, entre familias vulnerables. "Me ha costado, empecé de abajo. Éramos muy pobres con mi padre y mi madre, ella era ciega y vivió toda la vida conmigo. Mi padre fue carretonero, tenía carretón con caballito, y trabajaba vendiendo leña, carbón, pescado, picando leña también", señaló.

"Entonces yo no quería ser pobre porque sabía lo que era serlo. Uno sabe lo que es la necesidad de pedir un pedazo de pan y no tenerlo. Yo viví todo eso", agregó. Con esta motivación en mente, hizo varios trabajos, vendió en la feria y "cuando joven, fui de las primeras en tener de los teléfonos CTC. De las primeras que nos metimos a la compañía de teléfono, lo prestaba y cobraba por las llamadas".

Estuvo ocho años atendiendo en la Panadería Collao, donde se encantó con el proceso del pan, "me llamaba la atención cómo hacían que el pan tratara de soltar la masa. Cómo la echaban a la revolvedora, después se iba a la sobadora y ahí elaboraban el pan", explicó. Con su marido también invirtieron en un táxibus, aunque tras algunos años en el rubro, lo vendieron.

Con el ánimo de trabajar y mantener a sus cuatro hijos, resolvió abrir una panadería en un terreno cerca de su casa, mirando a la avenida principal y al inicio de Leonera. Ella misma diseñó las instalaciones.

"Lo compré, yo hice el dibujito de una panadería porque ya tenía las ideas de cómo era la sala de elaboración, dónde iba el baño, todo. Como mi esposo salió a trabajar afuera, yo me quedé a cargo de esto, de la construcción que estaban haciendo, de los maestros, de todo. Ya teníamos que inaugurar la panadería y no tenía ni un peso".

Entre préstamos y manos amigas, que la ayudaron en sus humildes inicios, cuando todavía le faltaban máquinas y herramientas, logró abrir la Panadería Corvalán.

Una historia vecinal: 20 años de "La Corvalán" en Leonera

En sus dos décadas de historia, la Panadería y Pastelería Corvalán ha pasado por altos y bajos, pero Hoy continúan en la producción de pan coliza, hallulla, francés, copihue, amasado y, en ocasiones, dobladitas con su gran horno chileno. Según señaló, Yubeli siempre persevera, mientras la acompañen sus familiares y vecinos que se transformaron en amigos.

Sobre esto, indicó que "encuentro que he conectado bien con la gente porque me gusta la conversación. Soy una persona no apática, soy buena para conversar. El que me cuenta un problema de enfermedad, de cualquier cosa, trato de dejarle un consejo, una ayuda".

Para la vecina Ema Díaz, este local no sólo cubrió una necesidad básica cuando se instaló en el 2003. También permite que "se conozca mucha gente, no es una negocio que se entra y se sale nada más, se hacen amistades".

"Se siente como un negocio familiar", agregó Néstor Aguayo, ayudante de panadero que llegó, como muchos otros primos, primas, hermanos y hermanas de Muñoz, a ayudarla cuando lo necesitó. "Si cierra la Corvalán, yo no sé qué va a pasar", agregó.

Desde que abrió la Panadería Corvalán, Yubeli Muñoz obtuvo educación profesional para sus hijos y empezó a pagar su propia casa, a unas calles de distancia de la tienda. Por supuesto, sigue trabajando de lunes a domingo, entre las 7:00 y las 21:30 horas, con abarrotes, dulces y, lo más importante, pan para sus vecinos de La Leonera y clientes de todo el Gran Concepción.


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