Los verdaderos motivos de Díaz
Fotografía: Contexto | Agencia Uno

Los verdaderos motivos de Díaz


Por Redacción Sabes | 25 Abril 2024 20:06
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Las opiniones vertidas en esta columna de opinión son exclusiva responsabilidad de quien las emite y no representa necesariamente el pensamiento de www.sabes.cl

Sorpresa causó en el mundo político la bajada de Díaz de la carrera por la Gobernación de Biobío, los más entendidos en las carpetas investigativas que lleva la fiscalía eran los únicos que anticipaban algo así, pero dentro de los partidos políticos fue un anuncio que movió el escenario y dejó completamente abierta la elección.

No hay un sucesor ni un heredero político que tome la posta comenzada por Díaz, en parte por su carácter de independiente, como por lo que rodeó su salida: escándalos de corrupción conocidos por todos, la novedad está en que por primera vez, Rodrigo Díaz asume un costo político por situaciones que siempre miró con una soberbia distancia. Una decisión que fundamentó en el daño que se le estaba causando a su familia, quienes justamente son, los que deben quedar al margen de esta polémica.

La conducta humana no ha variado tanto en el último tiempo como si lo ha hecho el ámbito de acción de las personas en la sociedad. Así con mucho entusiasmo, la clase política se abrazó y se felicitó durante febrero de 2018 cuando se promulgó la ley 21.073 que creó la figura de los Gobernadores Regionales, una estructura que carecía de atribuciones importantes, pero fundamental para el proceso descentralizador en Chile, repetían entusiastas sus promotores. Cuando quedó en evidencia el escaso poder que tendrían los Gobernadores, se modificaron, a través de la ley 21.074, las atribuciones que iban a detentar. El resultado: aumentar los recursos de los que podían disponer los Gobiernos Regionales: lo suficiente como para que tengan entretención durante 4 años, pero no tanto como para que se les ocurriese hacer proyectos que impacten positivamente la vida de los ciudadanos.

El nuevo desafío de los Gobernadores pasaba a ser entonces la nunca bien ponderada “ejecución presupuestaria”, en palabras simples, cómo hacer para gastarse toda la plata en el año para que la Dipres no castigue el presupuesto del año siguiente. Esto no es nuevo, toda persona que haya sido funcionario público ha sufrido las inclemencias de la Dirección de Presupuesto en algún minuto de su carrera.


No quiero entrar en tecnicismos dentro de esta columna porque aburrirían al lector, pero muy didácticamente el aparato público tiene dos formas por las que gasta o invierte los recursos públicos y la diferencia radica en cuándo se reconoce el gasto. Para el caso de las fundaciones y las corporaciones, este se devenga al momento de la transferencia y por eso fue tan atractivo para el Señor Díaz, porque le permitían ejecutar sin gestionar, lo que le quitaba presión de cara a la Dipres.

El problema vino después, con la ausencia de controles internos, con la asignación de recursos directa a entidades sin las credenciales necesarias y por supuesto, por armar una estructura que facilitaba la concreción de estas irregularidades.

Rodrigo Díaz se baja de la carrera a la reelección como Gobernador por el daño que le hizo a la fe pública y a la tan necesaria y manoseada descentralización. El primer Gobernador electo de Biobío, entre otros, fue quien paradojalmente frenó con sus acciones la entrega de más recursos a las regiones.

El daño es mayúsculo, por eso da un paso al costado y lo que más le duele es que nadie haya salido a decir que esta acción era propia de un hombre noble.

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