Haciendo ciudad entre los muertos: Las tumbas de Enrique Molina Garmendia y Pedro del Río Zañartu
Los aportes de Enrique Molina Garmendia y Pedro del Río Zañartu fueron esenciales para la formación del Concepción moderno, que continúa viviendo bajo su legado. Ambos descansan en el Cementerio General, siendo hitos de esta "ciudad donde sus habitantes están muertos", según señaló su administrador Armando Cartes.
Aunque se llevaban 30 años de diferencia, fueron contemporáneos durante los inicios del siglo XX. Con una vocación filántropa y educadora, según la experiencia de cada uno, sumaron a la urbe penquista de hoy.
Por su lado, Del Río Zañartu es recordado por heredar el Fundo Hualpén al municipio de Concepción, además de las colecciones que recogió en sus viajes por el mundo. Su descanso lo muestra junto a su esposa e hijos con el lema "los tres a la vez", por sus muertes sucesivas.
Mientras que Enrique Molina Garmendia fue un personaje clave en el establecimiento de la Universidad de Concepción. El abogado y profesor se desempeñó como rector en el Liceo de Hombres y luego en la casa de estudios superiores. En su sepultura se refleja una pulcritud arquitectónica digna del líder.
La muerte de ambos, en 1918 y 1964, respectivamente, fue un golpe para la localidad. Aun así, desde sus emblemáticas tumbas en el cementerio público continúan formando una ciudad, esta vez entre los muertos.
Las tumbas de Enrique Molina Garmendia y Pedro del Río Zañartu: Fundadores del Concepción actual
Sus historias no necesariamente se entrecruzan, Enrique Molina y Pedro del Río nacieron en distintas generaciones y no compartieron rumbos profesionales. Aun así, sus aportes a Concepción les permite compartir dentro de esta esfera de fundadores modernos.
Las tumbas que ambos tienen en el Cementerio General de Concepción sigue diferenciándolos, pero enriquecen la pequeña ciudad de difuntos. Siendo piezas de arquitectura que siguieron las sensibilidades de la época y las propias, para transformarse en patrimonio.
La muerte del otrora rector de la Universidad de Concepción, "fue una tremenda pena para la ciudad. Sus restos fueron velados en la Casa del Deporte, con mucha gente. Fueron traídos a pie, en una cureña a pie, como se hacía en aquella época, hasta el cementerio", relató el secretario de Semco.
Para su descanso, este optó por un mausoleo, "que refleja también una época de transición de la arquitectura, con elementos clásicos. Con frisos de la arquitectura clásica, almohadillas y columnas. Pero también con elementos modernos que ya se asoman después del terremoto, que le dan solidez, estructura, simpleza.
Por otro lado, la sepultura de Pedro del Río Zañartu llama a una contemplación nostálgica, incluso un poco romántica, de la muerte. Tras la partida de su esposa e hijos por la epidemia de difteria, el empresario viajó por el mundo y se volvió a casar.
Con las influencias de cuatro continentes en mente, "encarga al escultor Moratilla, este conjunto escultórico en que aparece él, como un patricio romano, doliente, pensativo. Y ahí arriba su señora, su hija, su hijo, como eran en el momento en que murieron", indicó Cartes.
Se estima que instaló esta tumba en el 1890 y pasó más de 20 años visitándola. "En medio de la nada, esta estatua maravillosa y un personaje paseándose, mirándose a sí mismo. Pero eso generó un efecto de demostración, en que la elite de Concepción lo siguió, lo imitó, hicieron sus mausoleos fantásticos. Yo creo que le debemos a eso, que tengamos en Concepción tantos mausoleos hermosos", concluyó el abogado e historiador.
Enrique Molina Garmendia y Pedro del Río Zañartu siguen siendo fundamentales para darle forma a la ciudad penquista. Ya sea entre el desarrollo del siglo XX o en medio de las históricas sepulturas del Cementerio General.
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