Unirnos tras un objetivo noble y fundamental
En el transcurso de su historia, Chile se ha unido innumerables veces en torno a desafíos nobles. En los años 60, la desnutrición infantil convocó a especialistas y la voluntad de las autoridades que tuvieron la convicción de que era imprescindible erradicar ese flagelo. Muchas han sido las catástrofes naturales que también han unido a los chilenos que se han sumado para superar un momento dramático. Así sucedió el año 2010 cuando el terremoto y posterior tsunami golpearon al país y, con especial fuerza, a nuestra región. Ese mismo año, 33 hombres atrapados en las entrañas de la tierra lograron que el país siguiera paso a paso la operación para sacarlos con vida hasta que, tras 69 días, su rescate emocionó a millones de chilenos. Son acontecimientos que nos enorgullecen y nos demuestran que es posible unirnos para enfrentar desafíos relevantes.
Hoy tenemos una prioridad que no ha sido considerada en su relevancia. Los efectos de la crisis de la educación pre escolar y escolar no han sido dimensionados por las autoridades, siendo que este debería convertirse en el desafío más importante para el país. Los graves problemas que aquejan a los primeros años de formación de nuestros niños hipotecarán su futuro y no permitirán dotarlos de las herramientas necesarias para que continúen con éxito su desarrollo académico y profesional.
Varios son los problemas en educación escolar. Por de pronto, desde hace varios años se observa un estancamiento en los aprendizajes que se agudizó tras la pandemia. Los recientes resultados del Simce reflejan la gravedad de la crisis. Por ejemplo, de acuerdo con la medición 2022, en Matemática segundo medio las mujeres disminuyeron 14 puntos (248) y los hombres 11 (255) respecto del Simce 2018.
A lo anterior se suman la alta deserción escolar en todos los niveles, no sólo en los últimos años de enseñanza media, y la inasistencia crónica. Son niños y adolescentes que sienten que el sistema escolar no les asegura un mejor futuro. También debemos lamentar un notable aumento de la violencia al interior de muchos colegios a lo largo del país.
Para enfrentar esta crisis, el punto de partida es poner la educación en el centro de las prioridades. Luego se deben sumar voluntades para que cada uno, desde su espacio, aporte para lograr un sistema escolar que realmente nivele la cancha y otorgue oportunidades a todos los niños. Bien sabido es que los problemas de aprendizaje, deserción e inasistencia afectan en especial a aquellos sectores más vulnerables donde la falta de capital cultural releva el papel de la educación. Por ello tenemos que apoyar a las familias para que cumplan su rol primordial e insustituible como primeros formadores de sus hijos.
Asimismo, debemos asumir que no se trata de un desafío sencillo y de corto plazo. Lograr que los estudiantes con rezago nivelen conocimientos y competencias exigirá no sólo mucho trabajo de parte de los profesores sino también creatividad y paciencia. Para que lo logren, los maestros deben contar con múltiples herramientas pedagógicas y el empoderamiento necesario para abordar tamaña tarea.
Las universidades podemos contribuir, al igual que diversas organizaciones de la sociedad civil. Pero se requieren la conducción y el liderazgo de las autoridades que deben entender que se trata de una prioridad para el país. Nosotros, en la Universidad San Sebastián, sabemos que la respuesta a los desafíos del presente y del futuro siempre es la educación. Es nuestra respuesta.
