''Ayudar a la defensa de la dignidad humana'': La reflexión del obispo Alejandro Goic en Concepción a 50 años del Golpe de Estado
A 50 años del Golpe de Estado, el obispo emérito Mons. Alejandro Goic Karmelic recordó su paso por la organización eclesiástica de Concepción en plena dictadura militar. En relación a esto, resaltó el rol de la iglesia en la defensa de la dignidad humana en un acto en el Aula Magna Arzobispal.
El ex obispo de Rancagua vivió parte del régimen dictatorial como miembro de la Arquidiócesis de la Santísima Concepción. En su estadía fue parte del Servicio Social del Arzobispado, el nombre local que se le dio a la Vicaría de la Solidaridad. El amplio trabajo de este organismo es recordado por la protección y asistencia que otorgó a las víctimas y sus familiares durante estos tiempos violentos.
¿Cuál fue el rol que cree usted que jugó la Vicaría de la Solidaridad en la dictadura aquí en Concepción?
Fue un servicio fundamental dado que la gente acudía a la única institución que podía brindar algún apoyo, que era la Iglesia Católica.
El Monseñor Sánchez y el Monseñor Santos, los dos obispos con los cuales yo compartí, y luego el Monseñor Moreno, un año y medio, fueron hombres que entendieron lo que enseñó el Concilio Vaticano, que nada de lo humano es ajeno a la fe.
Por lo tanto, creo que, como lo explicó la señora Martita Wörner en su exposición en este acto, la acción que desarrolló el Servicio Social, primero ese era el nombre, y el Departamento Pastoral de Derechos Humanos, fueron extraordinarios y yo soy testigo de eso. Cuando yo escuché a Martita Wörner hacer una referencia de todo lo que se hizo, hubiera querido decir yo soy testigo de eso. Porque yo eso lo vi, todo lo que se jugaron, todas las persecuciones que tuvieron, algunas incluso físicas.
Pero hicieron lo que Jesús hubiera hecho. San Alberto Hurtado siempre se preguntaba ¿qué haría Cristo si estuviera en mi lugar? Y eso es lo que hicieron los servidores de Derechos Humanos, hacer lo que haría Cristo en nuestro lugar.
Por lo tanto, yo creo que un día se va a escribir la historia de lo que hizo la Iglesia, junto con las iglesias cristianas evangélicas, en el ecumenismo también, para ayudar a la defensa de la dignidad humana.
¿Ustedes fueron perseguidos por la dictadura a raíz de empezar a defender a las personas que eran perseguidas políticamente?
No fue una persecución física ni violenta, pero el desprestigio. También en el caso particular del Mons. Santos, y mío, muchas veces llamados telefónicos amenazantes. Yo tuve que concurrir al Foro Universitario en el año 86, en la preparación de la visita del Papa, y rayaron un montón de escritos contra la Iglesia y contra los pastores.
Pero era parte de la misión. Después, una vez llegaron a gritar consignas en la casa del arzobispo, y después pasaron a la casa donde yo vivía con algunos sacerdotes, la llamada Casa del Clero. O sea, vivíamos un hostigamiento, pero eso no nos asustó. Porque hicimos lo que teníamos que hacer. Si la Iglesia no hubiera hecho lo que hizo, el drama hubiera sido mucho mayor.
¿Cuál es la reflexión que le deja a usted estos 50 años del Golpe Militar?
Que no hemos sido capaces de aprender lo que realmente deberíamos aprender. Que la desunión, la falta de acuerdos, lleva necesariamente a conflictos.
Siempre habrá opiniones divergentes, pero hay que buscar los lugares comunes. Es lo que yo anhelo para este proyecto de los que están trabajando por la nueva Constitución. Nunca puede solo un grupo quedar contento con lo que la Constitución va a decir, sino que buscar el mejor camino para incorporar los elementos de unos y de otros y tener una Constitución que nos una a Chile.
Si hay problemas no resueltos eso lo resolverá democráticamente el parlamento, la Cámara de Diputados y el Senado de Chile.
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