Empresa nacional del litio, ¿control del recurso o de los flujos?
Ha crecido la discusión sobre la propuesta presidencial de impulsar la creación de una empresa nacional del litio. La discusión se ha centrado en si es mejor para el país que el negocio del litio lo desarrolle el mundo público o el privado. Desde el oficialismo, al parecer, se ha impuesto la visión de que lo más importante es controlar el mineral y que para hacerlo el Estado debe crear una “empresa nacional” que lo explote y gestione. Esta empresa debe enfocarse no solo en explorar, explotar y comercializar eficientemente el recurso, sino que también hacer desarrollo tecnológico que permita agregarle valor.
Asumo que el gobierno entiende que el control del acceso al mineral empujará el desarrollo tecnológico, la agregación de valor y, por ende, eso traerá los beneficios económicos y sociales que se esperan. Sin embargo, no es claro que el control de la propiedad de una empresa nacional por parte del Estado sea el mecanismo más eficiente para apropiar los flujos de caja potenciales que se generarían de un acceso privilegiado, abundante y de bajo costo al litio.
Desde el punto de vista de la capacidad competitiva de esta nueva empresa, el conocimiento organizacional sería un activo mucho más valioso que el propio mineral. No me refiero al conocimiento explícito de la tecnología que se requiere para la extracción del mineral o para fabricar baterías de litio, por ejemplo. Gran parte de ese conocimiento está codificado y puede ser transferido con relativa facilidad. Por lo tanto, la nueva empresa podría “comprar” lo que necesitaría “saber” para operar su negocio. Lamentablemente, este conocimiento, al estar disponible para todos en la industria a precios de mercado, no asegura que esta empresa pueda apropiar valor. La empresa nacional del litio deberá entonces buscar otros factores de producción que le den ventaja, y todo indica que el acceso privilegiado al recurso natural no sería suficiente para sostener su competitividad de largo plazo.
Desde el punto de vista del conocimiento, el conocimiento tácito hace la diferencia en la capacidad competitiva y de crear/apropiar valor de las empresas. Este es el saber hacer organizacional que tiene que ver con la capacidad de un sistema de coordinar distintos saberes, procesos y rutinas en el desarrollo de una actividad productiva. Es un conocimiento causalmente ambiguo y socialmente complejo, y tiene que ver también con la capacidad del sistema de entender su negocio, cuáles son las palancas de valor y dónde la firma puede competir eficientemente. Este conocimiento no está disponible en el mercado, pues no se encuentra codificado. No se puede comprar, más bien se desarrolla de manera evolutiva al interior de las organizaciones, y, por tanto, una nueva empresa en una industria que ya despegó siempre partirá con cierta desventaja en este factor de producción que es crítico en su capacidad competitiva.
Así, cabe preguntarse si lo que queremos como país es el control del mineral y si éste es el recurso “estratégico” de mayor valor; o en realidad es mejor generar la institucionalidad que permita el control de los flujos de caja generados por el negocio.
Orlando Llanos Contreras, PhD
Investigador Facultad de Economía y Gobierno
Universidad San Sebastián
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