El profesor del torniquete
Fotografía: Agencia Uno

El profesor del torniquete


Por Redacción Sabes | 19 Abril 2023 16:06
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Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no representa necesariamente el pensamiento de Sabes.cl

El profesor detenido en el marco del estallido social por romper un torniquete del metro fue ahora sorprendido rayando la fachada recién pintada de la Iglesia San Francisco en la comuna de Santiago. Hubo condenas transversales, muchas impostadas, y, sin embargo, queda la duda de que qué tanto nos importa, de si entendemos qué tanto hay en juego.

El templo católico, en cuestión, es uno de los más antiguos del territorio, y fue declarado monumento histórico en el 6 de julio de 1951. ¿Qué podría llevar a un profesor a tener este nivel de desprecio por la cultura y la historia nacional? Muy probablemente nos dirá que su protesta es contra la ocupación y explotación del imperio español ahora Estado burgués. Nos dirá que su protesta es también contra una iglesia que fulminó los rasgos y expresiones culturales de los pueblos indígenas en América. Sin embargo, su encono es sumamente selectivo. Si lo emplazáramos a responder por los miles de muertos que produjo poco después la Revolución Francesa, se llenaría de excusas y cantinfleos para justificar su ocurrencia. Mejor es admitir que el profesor tiene unas ideas y las considera tan sagradas y superiores que se siente autorizado a atropellar a quien no las comparte.

La intolerancia y el fanatismo ideológico comparten ese núcleo en común: son formas abiertas e irracionales de desprecio. Como las sociedades modernas se sostienen sobre la base del pluralismo democrático, nos vemos obligados a bajar el perfil o consentir con cualquier forma de protesta. Un rasgo característico de dicho relajo es la vulneración de aquello que se considera “sagrado”. Si es lícito rayar muros de edificios públicos o casas, ¿por qué habría que tener especial consideración con las iglesias? ¿por qué habría de guardar respeto con algo que me es tan ajeno? Si lo quiero hacer, lo puedo hacer (eso es lo realmente sagrado).


En palabras del filósofo rumano Mircea Eliade, “el hombre moderno arreligioso asume una nueva situación existencial: se reconoce como único sujeto y agente de la historia, y rechaza toda llamada a la trascendencia. Dicho de otro modo, no acepta ningún modelo de humanidad fuera de la condición humana, tal como se la puede descubrir en las diversas situaciones históricas. El hombre se hace a sí mismo y no llega a hacerse completamente más que en la medida en que se desacraliza y desacraliza al mundo. Lo sacro es el obstáculo por excelencia que se opone a su libertad. No llegará a ser él mismo hasta el momento en que se desmitifique radicalmente. No será verdaderamente libre hasta no haber dado muerte al último dios”.

La profanación de lo sagrado no es un acto inofensivo, sino el germen de conductas peligrosas para la misma civilización (moderna), algunas ya ensayadas en el siglo XX, que terminan erigiendo mitos proféticos, símbolos mundanos, culto a la personalidad, escatologías políticas y paraísos terrenales.

El respeto a lo “sagrado” debiese ser empresa de no creyentes, ya que su erosión, en último término, inhibe el florecimiento de las ideas liberales, abriendo paso a delirios mesiánicos e ideologías totalitarias. El profesor del torniquete (como él mismo se presenta) es un apóstol de dicho espíritu de época, y no pocos seguidores tiene. Su ministerio va en ascenso.

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