Geriatría en Chile, brechas y desafíos
La realidad en Chile es de preocupante a peligrosa. Con datos hasta 2020, existían 128 geriatras, o sea, un profesional por cada 16.000 personas mayores. En EEUU, el 2002, se propusieron alcanzar la meta de uno por cada 1.750, en España uno por cada 2.500, y en Chile, idealmente llegar a uno por cada 5.000. Es decir, nuestra brecha representa más de tres veces la necesidad y casi 10 veces la propuesta de la Alianza para el Envejecimiento (EEUU). A esto, y considerando que en 34 años se han formado 128 geriatras, nuestra capacidad de crecimiento anual de especialistas es de aproximadamente cuatro.
Un artículo del ingeniero Pablo Villalobos y del enfermero René Guzmán (2021), plantea un análisis respecto de la realidad de la Geriatría como especialidad médica en Chile. Para nadie es un secreto la necesidad de especialistas, más aún, tratándose de un país que continua bajo una lógica de administración y funcionamiento centralizada en la gran capital, mientras que, para el resto de sus regiones, aun cuando existen incentivos por parte del Estado, la realidad es complicada.
Somos un país que envejece dos veces más rápido que los pronósticos, y en menos de cinco años, serán más personas mayores que menores de 15 años. Factores que han acelerado esta transición demográfica son la esperanza de vida, fecundidad, cambios migratorios, socioeconómicos y culturales, pero aun cuando sea un fenómeno esperable en países que se desarrollan, todo indica que se han puesto esfuerzos insuficientes en prepararnos para tales efectos.
Recientemente se publicó que al año 2021 la cifra de geriatras aumentó a 146, lo que es una gran noticia, sin embargo, esto aún nos deja con un 21% de la cobertura necesaria para cumplir con 1/5.000 personas mayores.
Por otro lado, la centralización juega un rol importante, ya que, según datos reportados por INE y la Superintendencia de Salud, siete regiones no tienen ningún geriatra; tres, sólo uno; cinco tienen entre uno y diez, y la Región Metropolitana dispone del 50% de geriatras del país. Los casos más extremos están en Maule, donde un geriatra debe abordar una población cercana a las 130 mil personas mayores, Coquimbo y Ñuble, que no cuentan con geriatras para sus 90 mil y 65 mil personas mayores, respectivamente.
Aumentar los geriatras es la solución lógica, pero nuestra capacidad formadora no cuenta con la preparación para septuplicar los profesionales y, para esta altura, la relación de personas mayores ya habrá cambiado (al alza), y muchos de los actuales profesionales ya habrán cedido su paso por jubilación. Por lo que el desafío es abordar esto como un problema de salud pública que requiere del esfuerzo de los profesionales sanitarios, de la sociedad en su conjunto y, en definitiva, del Estado.
Una medida urgente es aunar esfuerzos multidisciplinarios, con las otras profesiones de la salud. Acá se vuelve relevante el trabajo de Enfermería, Nutrición y Dietética, Kinesiología, Psicología, Fonoaudiología, Terapia Ocupacional, Tecnología Médica, Química y Farmacia, entre otras; con certeza, dentro de estos profesionales existen especialistas gerontólogos dispuestos a aportar desde sus disciplinas en el cuidado y bienestar de las personas mayores. En este punto, se hace relevante pensar si es posible, así como se realiza en Medicina, ofrecer programas de perfeccionamiento Gerontológico y en Envejecimiento para el resto de los profesionales de la salud, todo esto, pensando en el bien común.
Lo anterior debe contener una mirada descentralizada, puesto que nuestro desafío, además de mano de obra, es de barreras geográficas, por lo que debe existir una planificación plausible respecto de cómo abordar los problemas de centralización en las profesiones de la salud y sus especialistas.