Infancia en situaciones de catástrofe ¿Qué hemos aprendido de ello? ¿Cuál es el rol de las ONG’S?
La infancia y juventud son etapas cruciales en la vida de las personas, ya que en ellas se establecen las bases para su desarrollo futuro en distintas áreas de su vida, como son su personalidad, su desarrollo cognitivo, su salud física y emocional, su aprendizaje y su capacidad para relacionarse con los demás.
Pero, ¿qué sucede con las infancias y juventudes ante situaciones de catástrofe?
Desde el 02 de febrero que nuestra región, y parte de la zona Centro-Sur de Chile, se ha visto azotada por los Incendios Forestales, dejando un total de 2.410 viviendas destruidas por el fuego y 7.657 personas damnificadas, según datos del Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres, Senapred. Asimismo, según información del Servicio Nacional de Protección Especializada a la Niñez y Adolescencia, Mejor Niñez, son 419 niños y niñas que se han visto afectadas por esta catástrofe, solo en Biobío.
Ante una crisis como esta, hay pérdidas de hogar, pertenencias y, en algunos casos, incluso a sus seres queridos. Esto puede causar estrés emocional y traumatismo en los niños y jóvenes, lo que puede afectar su capacidad para desarrollarse y aprender adecuadamente. Son estas situaciones en las que instituciones como CATIM debemos buscar respuesta ante las graves vulneraciones y daños asociados que pueden estar viviendo los niños, niñas y jóvenes.
Es fundamental que junto con la institucionalidad podamos trabajar en políticas públicas que nos permitan a organizaciones que trabajamos la modalidad de Programas de Reparación al Maltrato Grave, adelantarnos a estos escenarios y poder brindar atención oportuna de manera rápida a niños, niñas, jóvenes y sus familias durante y tras la presentación de estos eventos. Abordando los aspectos psicológicos que se desencadenan en los procesos de emergencia, desastres y crisis, mitigando el impacto de estos en las personas afectadas.
En el caso de los niños, niñas y jóvenes, la atención en salud mental debe ser una prioridad, ya que son una población especialmente vulnerable ante momentos de crisis. Las experiencias de estos eventos pueden dejar secuelas emocionales en ellos, como ansiedad, miedo, depresión, trastornos del sueño y de la alimentación, entre otros. Por ello, es fundamental que se les brinde atención psicológica especializada que les permita procesar estas experiencias traumáticas y recuperar su bienestar emocional.
En definitiva, es necesario seguir trabajando en el fortalecimiento de esta disciplina y en la implementación de políticas públicas que permitan una atención adecuada a la infancia y juventud en situaciones de emergencia. Solo así podremos garantizar el bienestar emocional de nuestra población ante los desafíos que nos presentan estas situaciones de catástrofes.
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