Granjeros ucranianos se niegan a abandonar a sus animales en medio de bombardeos
Granjeros ucranianos se niegan a abandonar a sus animales en medio de bombardeos rusos. Mientras el sonido de la artillería resuena en la distancia, Senia, un gran conejo blanco, se retuerce nervioso en brazos de su dueña.
"Tiene miedo", explica la granjera Yevhennia, acariciando al conejo. En Yampil, un pueblo en la línea del frente en el este de Ucrania reconquistado por las fuerzas ucranianas a finales de septiembre tras meses de ocupación rusa, los edificios están en ruinas y la mayoría de la gente se ha marchado, pero no Yevhennia e Ivan, que dicen que no pueden abandonar a sus conejos, patos, gallinas y palomas.
No ha sido fácil. "Siempre hemos tenido conejos. Pero cuando (los misiles) empezaron a caer sobre el arce, por la mañana vi a 15 de ellos en el suelo, con sangre saliendo de sus narices. Es el precio del estrés", dijo Ivan.
Las autoridades ucranianas han llegado con panfletos instando a los residentes que quedan a que se marchen. Ivan y Yevhennia no irán a ninguna parte.
"Este es mi escape. Llevo toda la vida viviendo aquí", explica Ivan.
Yevhennia cuenta que lleva criando aves de corral desde que era pequeña y vivía en la granja con su madre.
"Este amor creció con nosotros hasta nuestros años mayores. Esto es lo que hacemos, y no podemos vivir sin nuestras gallinas, nuestros conejos. Así que intentamos hacer todo lo que podemos físicamente".
Cerca, en el pueblo, un establo destrozado y sembrado de huesos de animales es un monumento al oscuro destino de los animales en una zona de guerra.
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Animales murieron tras la ocupación rusa
Los propietarios habían reunido allí una colección de animales exóticos y salvajes. Los residentes dicen que el zoológico privado solía ser visitado por autobuses turísticos de niños para ver sus avestruces, osos, lobos, canguros y pájaros.
Los animales murieron, huyeron o fueron sacrificados durante los meses de ocupación rusa, dicen los residentes.
Antes de la guerra, "había excursiones de toda Ucrania (...) Venían autobuses grandes, con niños. Era un centro cultural", dice Pavlo, un granjero que vive cerca. "Pero ahora (...) ha desaparecido".