El saneamiento nos abre un futuro más sostenible
En el día mundial del saneamiento queremos compartir reflexiones acerca de la relevancia del tratamiento de las aguas servidas para el desarrollo de nuestra sociedad y de los desafíos que se nos abren a partir de los logros alcanzados como región y país.
Comenzamos el siglo XXI con un cambio radical en nuestra calidad de vida y el cuidado ambiental a través de un esfuerzo público privado que impulsó la descontaminación de las aguas urbanas ya utilizadas.
El positivo impacto en el medioambiente que trajo este esfuerzo está hoy a la vista en la región del Biobío. Los ríos y esteros que por décadas recibieron las descargas directas del alcantarillado, hoy han recuperado su biodiversidad y permiten el desarrollo de la comunidad libre de los riesgos de enfermedades como tifus o cólera.
Esto ha permitido un desarrollo agrícola, turístico, recreacional y muchas actividades vinculadas a la naturaleza, estableciendo así un nuevo estándar en estas materias.
Las regiones del mundo que no avanzaron en saneamiento hoy tienen serios problemas para su desarrollo. De la mano de la innovación social, países como Colombia y Argentina tratan de cerrar sus brechas de saneamiento en medio de situaciones críticas que afectan a millones de personas.
En Chile, el salto que dimos en 20 años nos ubica entre las zonas más avanzadas del mundo en saneamiento, que ha traído bienestar de largo plazo a las comunidades.
El próximo paso es llegar con soluciones a comunidades rurales
Esto no significa que la tarea esté concluida. El próximo paso es llegar con soluciones a las comunidades rurales y requiere de un esfuerzo de colaboración entre todos los actores.
No podemos permitir que en nuestro país existan dos categorías de chilenos: los que en las ciudades cuentan con un servicio de clase mundial y otros que por vivir en el mundo rural tengan condiciones bajo el estándar, por lo que necesitamos impulsar nuevas ideas con innovación y colaboración.
Otro paso que está a nuestro alcance es reutilizar las aguas tratadas para actividades industriales o incluso agrícolas no comestibles. Así podremos contar con mayor disponibilidad de agua para el consumo humano, que es aún más valioso en un contexto de sequía, en especial en comunas que viven de forma más acentuada los efectos del cambio climático.
El saneamiento, entonces, es un pilar para el desarrollo sostenible que buscamos y además hemos descubierto nuevos beneficios en ello, por ejemplo, la detección de virus en la pandemia. El proyecto Centinela que impulsamos con autoridades y la academia nos permitió analizar las aguas servidas y detectar el gen inactivo del SARS Cov2 en estas aguas.
Esta información se transformó en una potente herramienta para la gestión de la salud pública. Así, conocimos que la infraestructura de saneamiento es un verdadero sistema digestivo de nuestras ciudades que con innovación contribuye a la inteligencia para las decisiones de desarrollo urbano y salud.
Quien niegue los avances que hemos logrado como país en estas materias, se cierra a mirar los desafíos, potencialidades y oportunidades que presentan los sistemas de tratamiento de aguas servidas que hoy poseen las ciudades en Chile.
El camino será continuar avanzando en sostenibilidad de manera colaborativa y hacernos cargo con responsabilidad del legado que dejaremos a las futuras generaciones.