La guerra en Ucrania agrava la crisis alimentaria en África, a miles de kilómetros de Kiev
El guardia de seguridad zimbabuense Edwin Dapi ya tenía dificultades para mantener a su mujer y a sus cuatro hijos antes de que un conflicto a 11.000 km de distancia en Ucrania disparara los precios mundiales de los cereales, los aceites de cocina, el combustible y los fertilizantes.
Ahora, su paga mensual de 18.000 dólares zimbabuenses, que equivale a unos 55 dólares estadounidenses al tipo de cambio del mercado negro utilizado en muchos mercados informales, está al límite.
En un supermercado de Mabvuku, uno de los barrios más pobres de la capital de Zimbabuel, Harare, este hombre de 46 años se mostraba preocupado por la próxima comida de su familia.
Buscó una botella de aceite vegetal de 2 litros, pero a 990 dólares zimbabuenses era más de lo que podía pagar. Lo mismo ocurría con un saco de harina de 2 kilogramos, por 390 dólares zimbabuenses.
"Sigo oyendo que es por Ucrania, pero no sé qué tiene que ver con nosotros", dijo, tachando el aceite y la harina de su lista de la compra.
Los organismos de las Naciones Unidas advierten de que la subida de precios provocada por la invasión rusa de Ucrania agravará la crisis alimentaria en África, donde decenas de millones de personas ya se han visto sumidas en la pobreza extrema a causa de la pandemia del COVID-19, los conflictos armados, las alteraciones climáticas y la agitación económica.
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El año pasado, casi dos tercios de los 193 millones de personas consideradas en situación de inseguridad alimentaria aguda en todo el mundo se encontraban en el África subsahariana, según un informe de la Red Mundial contra las Crisis Alimentarias, creada por las Naciones Unidas y la Unión Europea.
El antaño próspero Zimbabue ha tenido problemas para alimentarse desde la confiscación de miles de granjas propiedad de personas blancas para reasentar a familias negras, una política defendida por el difunto presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, durante la primera década de los 2000.
Más recientemente, su economía se ha visto ahogada por la sequía y los huracanes, los continuos cortes de electricidad, la escasez de divisas y la inflación galopante.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU calcula que unos 5,3 millones de zimbabuenses —alrededor de un tercio de la población del país— sufren inseguridad alimentaria.
Para llegar a fin de mes, Dapi dijo que estaba haciendo planes para trasladar a su familia a su pueblo natal de Mutoko, a unos 140 km al noreste de Harare. "Tengo que reducir el alquiler y las tasas escolares porque todo está subiendo, excepto mi salario", dijo.
En toda África, la inseguridad alimentaria va en aumento. Más de dos millones de menores corren el riesgo de morir de hambre en el Cuerno de África, donde partes de Kenia, Etiopía y Somalia se enfrentan a las peores condiciones de sequía de los últimos 40 años, según declaró el 26 de abril en Ginebra el corrdinador del Socorro de Emergencia de la ONU, Martin Griffiths.
En Etiopía, una guerra civil ha llevado a cientos de miles de personas a la hambruna. Millones más están en riesgo en Sudán del Sur, donde una guerra que terminó en 2020 causó una destrucción generalizada, agravada por algunas de las peores inundaciones en generaciones.
África Occidental se enfrenta a la peor crisis alimentaria de la que se tiene constancia, impulsada por insurgencias islamistas que han obligado a millones de personas a abandonar sus tierras en Burkina Faso, Malí, Níger y Nigeria. La región también ha visto empeorar las inundaciones y las sequías relacionadas con el calentamiento global.
El conflicto en Ucrania está empeorando aún más la situación.
La guerra ha interrumpido el transporte marítimo en el mar Negro, una de las principales arterias para los cereales y otros productos básicos, estrangulando las exportaciones de Rusia y Ucrania a mercados como el africano. Ucrania ha declarado que la superficie sembrada de cereales podría reducirse en una quinta parte este año a causa de la guerra.
Abebe Haile-Gabriel, subdirector general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) y su representante para África, dijo que casi la mitad de los 54 países del continente dependen de Rusia y Ucrania para importar trigo. Rusia es también un importante proveedor de fertilizantes para al menos 11 países.
"El impacto de esta guerra de Ucrania se solapa con una crisis que ya se ha desarrollado en algunos países africanos", dijo Abebe a Reuters. "Tenemos un panorama muy sombrío de cara al futuro".
Doble peligro
Incluso antes de la guerra en Ucrania, la inflación de los alimentos estaba llevando a muchas familias africanas al borde del abismo. Los precios mundiales de los productos alimentarios subieron más del 23% el año pasado, el ritmo más rápido en más de una década, según la FAO.
Muchos de los más vulnerables dependen de las ayudas del PMA, que compra a Ucrania la mitad del trigo que distribuye en todo el mundo. El aumento de los precios de los alimentos y del combustible ha incrementado sus costes operativos mensuales en 71 millones de dólares -un aumento del 50%- desde 2019, dijo Tomson Phiri, portavoz mundial del PMA.
"El PMA se enfrenta a un doble peligro: nuestros costes suben a medida que aumenta el número de hambrientos", dijo a Reuters.
Antes de la guerra de Ucrania, el PMA se enfrentó a un déficit de financiación que lo obligó a recortar las raciones en 17 países africanos -entre ellos Zimbabue, Chad, Sudán del Sur y Etiopía- y la brecha se ha ampliado a medida que los donantes dirigen su atención al conflicto en Europa, dijo Phiri.
Los expertos afirman que el impacto de la escasez de cereales podría ser especialmente duro en el norte de África, donde países como Egipto importan hasta el 80% de su trigo de Rusia y Ucrania.
Pero incluso los países africanos que importan poco de Rusia y Ucrania se están viendo perjudicados, debido a la subida de los precios mundiales de los principales productos básicos.
Kenia, la mayor economía de África Oriental, se vio protegida de los primeros impactos porque los molineros de ese país recurrieron a otros proveedores después de que Rusia aumentara los impuestos a sus exportaciones de trigo el año pasado, dijo Kennedy Nyaga, que preside la Asociación de Molineros de Granos Unidos.
Kenia cuenta con reservas de trigo suficientes para aguantar hasta septiembre, pero ya se ha quedado sin reservas de maíz -un alimento básico en el país- debido a la sequía, dijo Nyaga.
La asociación está presionando al Gobierno keniano para que permita a los molineros importar 360.000 toneladas de maíz libres de impuestos, diciendo que los precios saltaron de unos 2.800 chelines (24,17 dólares) por saco de 90 kg a 4.500 chelines desde diciembre.
El Ministerio de Agricultura de Kenia no respondió a las solicitudes de comentarios de Reuters. El ministro de Finanzas keniano, Ukur Yatani, dijo el 5 de mayo que aún no había recibido una solicitud de los molineros para importar sin aranceles.
La lucha por lo básico
En Zimbabue, los hogares ya están sintiendo el dolor. Cerca de la mitad de sus 15 millones de habitantes sobreviven con menos de 1,90 dólares al día, según la Agencia Nacional de Estadística de Zimbabue.
Las dificultades de los hogares para costear los alimentos se agravaron cuando la Asociación de Molineros de Granos de Zimbabwe subió los precios de la harina de trigo y del esencial maíz en cerca de un 15% en marzo, citando el aumento de los precios mundiales relacionados con la guerra de Ucrania.
Según la FAO, Zimbabue importa la mayor parte de su trigo de las regiones del mar Negro y el Báltico, y Rusia y Ucrania representaron casi una quinta parte de las importaciones el año pasado.
La ministra de Información zimbabuense, Monica Mutsvangwa, dijo en marzo que su Gobierno había comprado suficientes reservas de maíz y trigo a los agricultores locales en la campaña agrícola 2021-22 para amortiguar a la población pobres contra cualquier escasez de alimentos este año.
Sin embargo, la asociación de molineros impuso en abril aumentos de precios aún mayores, del 31% para la harina de trigo y del 52% para la harina de maíz.
El grupo afirma que está buscando proveedores alternativos para al menos 155.000 toneladas de importaciones necesarias hasta la próxima cosecha en octubre.
Con la subida de los precios del combustible y la rápida devaluación de la moneda, la inflación anual de Zimbabue se disparó hasta el 96% en abril, frente al 61% de enero.
Además, los precios de los fertilizantes se han disparado debido a la interrupción de las exportaciones desde Rusia, y muchos agricultores de Zimbabue tienen dificultades para pagarlos, justo cuando el clima seco está afectando al rendimiento de las cosechas en algunas partes del país.
Los precios de los fertilizantes han subido un 30% en el último año, según la Unión de Agricultores de Zimbabue.
"Si los precios de los fertilizantes se mantienen en sus niveles récord, también se reducirán las perspectivas de rendimiento de las cosechas para el año agrícola 2022/23", dijo la portavoz del PMA en Zimbabue, María Gallar Sánchez.
Los representantes de los ministerios de Información, Agricultura y Comercio de Zimbabue no respondieron a las solicitudes de comentarios de Reuters.
La empresa de fertilizantes Omnia Holdings, que opera en muchos países africanos, dijo que los precios de la potasa, el amoníaco, la urea y otros nutrientes clave para el suelo han subido entre un 200% y un 400% desde enero de 2021.
Los pequeños agricultores, que representan más del 70% del consumo de fertilizantes en la región, han sido los más afectados, dijo a Reuters el director ejecutivo de Omnia, Seelan Gobalsamy.
Boniface Mutize, que cultiva maíz y soja en las afueras de Harare, dijo que ha empezado a fabricar su propio fertilizante mezclando estiércol de vaca o desechos de pollo con zinc. Pero dijo que necesita nitrato de amonio, que no se produce en grandes cantidades en Zimbabue.
"Muchos pequeños agricultores no podrán volver la próxima temporada a cultivar sus propios alimentos", dijo.