"Como una cárcel": Shanghái y Pekín intensifican las restricciones por el Covid-19
Las dos mayores ciudades de China reforzaron este lunes las restricciones por el COVID-19 para sus residentes, generando nuevas frustraciones e, incluso, dudas sobre la legalidad de su inflexible lucha contra el virus.
En Shanghái, que vive su sexta semana de confinamiento, las autoridades lanzaron una nueva campaña para acabar con las infecciones fuera de las zonas de cuarentena a finales de mayo, según personas con conocimiento de la medida.
Aunque no ha habido un anuncio oficial, los residentes de al menos cuatro de los 16 distritos de Shanghái recibieron avisos durante el fin de semana diciendo que no se les permitiría salir de sus casas ni recibir entregas, lo que provocó una carrera para abastecerse de alimentos.
A algunas de estas personas se les había permitido previamente moverse por sus complejos residenciales.
"¡Vuelvan a casa, vuelvan a casa!", gritó una mujer a través de un megáfono a los residentes que se encontraban bajo las torres de departamentos en uno de esos complejos el domingo.
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"Era como una prisión", dijo Coco Wang, una residente de Shanghái afectada por las nuevas restricciones. "No tenemos miedo del virus. Tenemos miedo de esta política".
Entre las restricciones más severas impuestas en Pekín hasta el momento, una zona del suroeste de la capital prohibió el lunes a los residentes salir de sus barrios y ordenó la paralización de todas las actividades no relacionadas con la prevención del virus.
En otros distritos muy afectados de la capital se ordenó a los residentes que trabajen desde casa, se cerraron algunos restaurantes y el transporte público, y se precintaron el lunes más carreteras, recintos y parques.
Las restricciones se han cobrado un alto precio en la economía china. El crecimiento de las exportaciones chinas se desaceleró hasta alcanzar su nivel más bajo en casi dos años, según datos publicados el lunes, mientras el banco central se comprometió a aumentar el apoyo a la economía en desaceleración.
En una dura señal de las tensiones para las empresas, la asociación de automóviles china estimó que las ventas del mes pasado cayeron un asombroso 48% interanual, ya que las restricciones por el COVID obligaron a cerrar fábricas y redujeron la demanda interna.
Las restricciones también han suscitado inusuales expresiones de ira pública, que se han visto agravadas por los recientes relatos en línea de autoridades de Shanghái que obligaban a los vecinos de los casos positivos a entrar en cuarentena centralizada y les exigían entregar las llaves de sus casas para desinfectarlas.
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Un video mostró a la policía forzando una cerradura después de que un residente se negó a abrir una puerta. En otro, circuló por internet la grabación de una llamada en la que una mujer discutía con funcionarios que exigían rociar desinfectante en su casa a pesar de haber dado negativo en las pruebas. Reuters no pudo verificar los videos de forma independiente.
El profesor Tong Zhiwei, quien enseña derecho en la Universidad de Ciencias Políticas y Derecho de China Oriental, escribió en un ensayo que circuló ampliamente en las redes sociales el domingo sobre que tales actos son ilegales y deben cesar.
"Shanghái debería dar un buen ejemplo a todo el país sobre cómo llevar a cabo la labor de prevención del COVID-19 de forma científica y legítima", escribió Tong.
Liu Dali, abogado de uno de los mayores bufetes de China, escribió una carta similar a las autoridades. Las copias de ambas cartas fueron censuradas en internet, aunque los usuarios publicaron capturas de pantalla. Las publicaciones de la cuenta de Tong en las redes sociales del sitio Weibo fueron bloqueadas a última hora del domingo.
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