Mi hijo/a hace berrinches ¿Es mal criado? ¡Qué vergüenza!
Son muchas las cosas que uno suele escuchar de adultos con hijos/as pequeños/as. Nos podemos preguntar: ¿Qué podría estar pasando por la mente de esos niños para hacer tal alboroto? ¿Qué pasa por la mente de esos adultos en ese momento? ¿Cómo tienden a reaccionar? Para poder comprender esto, es primordial conocer las etapas del desarrollo y el funcionamiento cerebral, además de lo que la cultura nos ha enseñado por generaciones.
Es común escuchar a adultos que están a favor de dejar solos a los niños “hasta que se le pase”, otros los encierran en su dormitorio “hasta que se le pase”, si lo hacen en público una buena cachetada y un reto fuerte “eso no se hace”. Lo que no saben estas personas, es que esas soluciones maltratadoras generan muchas consecuencias: se dispara el cortisol, se enseña que las emociones no se pueden expresar, que es malo llorar y que si algo te molesta, debes reaccionar con gritos, golpes, etc.
Probablemente en el corto plazo funcionen, porque claro, al aumentar el cortisol, se activa el miedo y es por eso que los niños pueden detener ese “comportamiento inapropiado”. El problema se refleja en la adultez, con la incapacidad de expresar emociones, la inseguridad con la que enfrentamos el mundo, las formas de resolución de conflictos basadas en la violencia, en el fondo, se va replicando y pareciera nunca acabar.
Las cifras de salud mental en Chile son devastadoras, donde los niños han sido el chivo expiatorio de la sociedad adultista.
“En el mundo la prevalencia en niños de problemas internalizantes es del 5%. Nosotros encontramos entre el 16 y 20% en Chile, y no he encontrado ningún estudio que tenga más de 16% en el resto del mundo”. Lecannelier, F. (5 de Noviembre de 2021) “En Chile tenemos una infancia enferma” La Tercera. (Felipe Lecannelier: “En Chile tenemos una infancia enferma” - La Tercera ) A veces me pregunto cómo tantas personas siguen criando en “modo automático”, repitiendo patrones que han llevado a enfermar a la sociedad. Realmente como madres, padres y cuidadores siempre pensamos que lo estamos haciendo bien, porque así lo hicieron conmigo y funcionó. ¿De veras crees que no pudo ser mejor?
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Pongamos un ejemplo, Pedrito tuvo una infancia muy difícil, con abandono, violencia y otras carencias. En ese tiempo (1947) no se activaban protocolos en los colegios y ni pensar en apoyo psicológico, los niños estaban bastante cosificados e invisibilizados, entonces él crió a sus hijos/as repitiendo patrones y demás sin poder lograr en él mismo la autorregulación emocional. Ante cualquier comentario él responde “a mí me criaron así y mira, pude estudiar en la universidad”.
¿Te suena conocido? Claro, la mayoría de nuestros padres y madres piensa así, porque es una crianza centrada en los méritos, en el “si te portas bien…”, pero ¿dónde quedan las emociones que fue desarrollando esa persona a lo largo de su vida? Es ahí donde tenemos que enfocarnos al estar al cuidado de la infancia. Tratar con amor y respeto, no significa malcriar, sino que abrazar todas las emociones para que puedan reconocer y expresar. Siguiendo con el ejemplo, finalmente Pedrito vive actualmente en soledad y con problemas de salud mental severos, no diagnosticados y por supuesto, sin tratamiento.
Entonces, si te molesta ver a un niño llorar, gritar y tirarse al suelo porque no le compraron el juguete que quería, pregúntate ¿Qué pasa conmigo? ¿Por qué me molesta que un niño exprese su necesidad como niño y no como adulto? El tener expectativas realistas del desarrollo nos ayuda a poder empatizar con ese niño que realmente está sufriendo, porque claramente su cerebro no ha llegado al nivel de desarrollo que le permita autorregularse, sino que necesita de otro regulador para que lo ayude a volver a la calma.
A modo personal, debo decir que me hizo sentir tan dichosa una vez que en plena desregulación emocional de mi hijo de 4 años me decía “mamá tranquilízame”. Respiré profundo y dije, lo entiende perfectamente, me necesita. Entonces respiré y lo acompañé.
Es muy importante que como adultos hagamos un análisis interno de nuestras propias experiencias, porque en la crianza, uno no quiere hacer muchas cosas, como el típico ejemplo: “yo nunca le daría salchichas a mi hijo/a”*, pero llega el desborde o el cansancio y se nos activa el modo automático: lo que tengo más a mano para el almuerzo son salchichas y le doy a mi hijo/a.
¿Por qué pasa esto? Porque generalmente no sabemos cómo hacer los cambios y es ahí donde la invitación es a pedir ayuda a profesionales actualizados y respetuosos. Porque me duele la guata cuando escucho comentarios como: “La Trabajadora Social del XXXX me dijo que si mi hijo se enojaba y apretaba las manos, había que abrírselas”. De verdad, no se qué sustento tiene eso. No es para nada respetuoso y lamentablemente he escuchado cosas peores. Invito a mis colegas a que deriven antes de dar “consejos” y a los padres y madres a que no se queden con comentarios como esos, si sienten que no puede ser así, busquen más alternativas.
Concluyendo, los niños “no se portan mal”, los niños son niños siendo niños y no están en tu contra, tampoco te están manipulando, sólo te necesitan para gestionar sus emociones y a largo plazo ser más felices.
*El ejemplo de las salchichas se puede usar como “yo nunca le pegaría”, “yo nunca le gritaría”, “yo nunca lo retaría en público”, etc.