Formalización del emprendimiento en tiempos de crisis

Un dato relevante que ha ido emergiendo en los últimos meses, conforme la pandemia y la crisis económica vinculable se ha ido extendiendo es el marcado incremento que ha registrado la informalidad de la actividad económica. Esta variable, como dato estratégico en el contexto en el cual se desenvuelve la realidad socioeconómica coyuntural, resulta explicativa y funcional a dos factores críticos. Uno de orden estructural, que recoge tendencias de más larga data y otra, de orden coyuntural, que por cierto sitúa a la crisis actual como una instancia que ha acelerado los rasgos de esa situación estructural de largo aliento.

Al respecto, el incremento de la informalidad, desde su rasgo estructural de largo plazo, dice relación con que el surgimiento de procesos que han venido produciéndose desde hace ya varios años, relacionados a la búsqueda de eficiencia productiva y la automatización de procesos, esencialmente vinculable a la gran industria, que ha detonado en que la actividad económica genere proporcionalmente menos empleo derivado del crecimiento respecto de lo que ocurría antaño y entonces, van emergiendo nuevas actividades, muchas de ellas en condiciones de informalidad, dado que en muchos casos son actividades que aún no son adecuadamente incorporadas dentro de los sistemas formalizados, lo que consecuencialmente va produciéndose paulatinamente, tal como podría verse en situaciones que sirven de ejemplo para ilustrar esa observación, tales como lo ocurrido hace un tiempo en la incorporación de sistemas de transporte de pasajeros y algunos servicios delivery mediados vía aplicaciones de tecnologías de información.

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Ahora bien, con la pandemia, este proceso de surgimiento de actividades informales se ha intensificado y acelerado, pues ha significado la pérdida de muchos puestos laborales más formales y de mejor calidad y condiciones. Por cierto, el incremento de esta informalidad es preocupante, especialmente por la calidad con que se dan estás actividades, usualmente desarrolladas en condiciones precarias, con salarios relativamente bajos y sin cobertura de seguridad social, lo que por cierto son sus principales puntos de debilidad.

Por ello, avanzar en el fortalecimiento de procesos de emprendimiento que lleve a acelerar la creación y formalización de empresas es fundamental, de manera tal que los instrumentos de fomento puedan efectivamente llegar a los nuevos emprendedores y fortalecer su actividad económica, mejorando consecuencialmente la calidad de vida de quienes se desenvuelven en actividades emergentes.

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Por cierto, todas las iniciativas tendientes a reducir la burocracia relacionada a la creación de empresas constituye un muy buen paso adelante en esta materia, simplificando trámites y haciendo más eficiente y menos costosa la formalización de emprendimientos, para fortalecerlos consecuencialmente y no se queden sólo en iniciativas debilitadas, desenvueltas más bien como modo de supervivencia socioeconómica que se gestan a propósito de la coyuntura de crisis y desempleo, más que como iniciativas con proyecciones de crecimiento y desarrollo.

A su vez, es preciso incrementar también los niveles de descentralización, que propicien que el emprendimiento y la formalización paulatina de nuevas actividades cuenten efectivamente con las posibilidades de acceso a las oportunidades que la formalización genera de manera territorialmente equitativa y bien distribuida en todo los territorios de Chile. Implica en el fondo, generar condiciones sistémicas para una recuperación de la actividad económica y esencialmente el reimpulso de la inversión y el emprendimiento, como elementos clave para una generación de empleo de mejor calidad, que sea sostenida y generadora de dosis crecientes de bienestar.

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