Sofía Catalán y el modelo colaborativo en Concepción
“En Concepción hay de todo, se crea de todo, creo que las políticas públicas debieran apoyar más, me encantaría ver la ciudad con más color, con más vida y más identidad”, asegura Sofía Catalán, que, a su juicio, sumado al modelo colaborativo, sería la clave para mejorar la ciudad.
“Tengo 34 años y partí emprendiendo a los 23. Todo empezó a los 21 cuando estaba estudiando párvulo en la Católica y llego un día y me dije "esto no es lo mío, yo no quiero estar toda la vida cortando papel lustre, y en general no era la pega lo que me molestaba, sino que me ninguneaban, y me decían tú eres parvularia… y en esa época eso me molestaba mucho, y eso no más haces, y con la media cabeza que tienes”, relata Sofía Catalán, lo que fue el quiebre en su vida.
Con este escenario Sofía Catalán inicia lo que sería un largo camino, no exento de dificultades, pero lleno de satisfacciones. “Yo sabía que podía ser la mejor parvularia y tener una línea de jardines infantiles y todo, pero me molestaba esto del ninguneo. Así dejé la carrera, en ese momento mi mamá se molestó mucho, me fui de la casa, quedé embarazada y fue como un proceso súper complejo y bien desordenado”, relató.
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Decisiones y ambiciones
Finalmente llegó el momento de tomar decisiones, “una vez que tuve mi guagua, yo dije tengo hacer algo, que me guste, que me demore poco y que pueda rápidamente concretar mis ambiciones, y decidí estudiar administración de empresas de noche, así cuido a mi hijo en el día, contrato a alguien que pueda ayudar a mi mamá, porque volví a vivir con ella, como trabajaba no quería que se le hiciera tan pesado, y los fines de semana trabajaba de promotora”, recordó.
Al mismo tiempo, cuenta Sofía Catalán, que “estaba en eso y me fue súper bien, como estudiaba con los ingenieros, me iba fantástico en matemática yo les enseñaba a mis compañeros que eran mayores que yo, y todo fue como pasar por un tubo y así las cosas comenzaron a fluir”.
“En eso me pregunté y dije tengo que hacer algo para generar más plata, voy a postular a un Sercotec. Tenía alguien cercano que trabaja ahí, y me acuerdo que le dije ayúdame, y él me dijo, yo no tengo nada en que ayudarte, busca una idea que realmente te apasione y con eso trabaja y te aseguro que vas a ganar el fondo”, asegura Sofía.
“Es más me dijo da lo mismo si tú quieres vender chocolate en la calle, si tú quieres vender fruta o ropa, pero tiene que ser algo que a ti te apasione, y que se enamoren de tu proyecto y te den el fondo”, narró Sofía en relación a lo que fue definir y orientar sus esfuerzos.
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La tienda virtual
“En ese tiempo aún no tenía claro qué quería hacer, estaba un poco perdida y me acuerdo que una de mis hermanas me dijo porque no vendes ropa, y yo dije si puede ser, pero tengo que buscar algo más, y ahí se me ocurrió desarrollar un ropero virtual. Estamos hablando del 2009”.
“Algo así como que, a través de internet, tú entrabas al ropero y te podías probar la ropa, esa era mi idea que tenía en mi mente loca, (y sonríe) y bueno lo postulé, y era la idea más innovadora así que me lo adjudiqué, eran 6 millones de pesos, me puse armar la tienda física primero ya que esto iba a ser un complemento. Y cuando tuve que buscar a alguien que me hiciera este trabajo no había nadie, no sé, y si alguien podía trabajar esto, por decir algo, costaba 100 millones de pesos, en fin, era totalmente descabellado para ese entonces”, asegura Sofía.
La transformación
“Tuve que transformar el proyecto, y finalmente me quedé con la tienda física, y me fue bastante bien pero no me llenaba, estar sentada esperando de 8 a 8, pese a que nos iba bien, no era lo mío, la moda, los colores y las tallas no eran lo mío, así que esta etapa me sirvió para conocerme, reconocer mis niveles de tolerancia y frustración, frente a lo que yo me propuse y lo que realmente logré”, relata Catalán.
“Y yo iba todos los días a la tienda, porque sentía que no podía abandonar esto, ya había dejado la carrera, había quedado embarazada y ahora estaba haciendo algo que de alguna forma la estaba rompiendo porque me iba bastante bien, pero que en realidad no quería”, agregó.
“Y sabía que me iban a decir de nuevo, esto de dejar las cosas siempre a medias y no sé qué, y yo en mis adentros rogaba que algo pasara, y un día llegué a la tienda y no había nada, me habían robado todo, pero todo, todo, y ordenadamente fue como que alguien vino descolgó las cosas y se las llevó, se llevaron sólo la ropa, no se robaron la plata, los colgadores y ahí entendí que todo lo que había pedido se estaba haciendo realidad”, relata Sofía.
Modelo colaborativo
“Yo estaba ubicada en San Martín entre Colo Colo y Aníbal Pinto, frente a la Inmaculada y mis vecinos que eran diseñadores me dijeron cómo te vas a ir, tú eres súper buena para organizar y desarrollar cosas, por qué no pensamos en algo más grande, y como a mí me gusta esto y soy ambiciosa, me gusta por sobre todo trabajar ideas, pero ideas que sumen”, afirma Catalán.
“Y pese a que recién me habían robado y no tenía ni un solo peso, de ahí armamos una iniciativa más grande, pero en base al trabajo colaborativo, que era el paseo Augurio, en 15 días teníamos el proyecto armado, gran inauguración y salimos en la tele, en todas partes”, cuenta Sofía Catalán.
“Estuvimos cuatro años ahí y nos fue bastante bien, pero por temas administrativos que tienen que ver más bien con que el dueño de la casa nos jugó chueco, nos tuvimos que ir. Pero aprendí tanto y me gustó mucho lo que se generaba en el modelo colaborativo, y ya sabía cómo se hacía, y dije bueno si la gente confía en mí, voy a hacerlo de nuevo, pero de manera profesional”.
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La Monarca
“Así nos dimos cuenta que había que hacerlo de manera profesional, y armamos una inmobiliaria y ahí nos dimos cuenta que también lo que nosotros hacíamos era rescate patrimonial, porque lo que hicimos en Paseo Augurio fue arreglar toda la casa, después cuando hicimos La Monarca, lo volvimos a hacer”, cuenta Sofía.
“Y así nos dimos cuenta también estábamos aportando a la comunidad, a la identidad penquista y fueron varias de estas características que me hicieron ir enamorándome cada vez más del proyecto”, agregó la emprendedora.
“Y armamos Monarca en Ongolmo y como somos un proyecto súper humano, la rentabilidad es baja. Nuestros arriendos son económicos, porque queremos que a todos les vaya bien, y todos tiremos el proyecto para arriba. Fue así como generamos Monarca II ya que para aumentar la rentabilidad se tienen que generar más espacios, en Aníbal Pinto entre Chacabuco y Cochrane. Este era un proyecto más grande, y ambicioso, y aprendimos mucho y así hemos ido creciendo, teniendo claro que estos proyectos aportan a la ciudad, a la comunidad y al ecosistema emprendedor”, cuenta Sofía.
Concepción Colaborativo
“Me encantaría armar un Monarca nacional, que existiera uno en cada ciudad, porque estos proyectos suman, generan valor a lo local y generan comunidad. Me encanta ver a la señora ir a comprar su pancito a gourmet, su vinito cuando tiene que celebrar algo y lo comparte con todos”, relata Sofía lo que implica un modelo colaborativo.
Por último, Sofía Catalán asegura que, “en Concepción hay de todo, se crea de todo, creo que las políticas públicas debieran apoyar más, me encantaría ver la ciudad con más color, con más vida y más identidad”.
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