Subsanando la fragilidad social

Previo al actual contexto de emergencia sanitaria, Chile se encontraba en pleno proceso de cambios sociales liderado por la ciudadanía, con una demanda general: dignidad. Y es que, aunque muchos no quieran verlo, somos un país que se ha fundado en base a desigualdades de todo tipo y si bien las cifras son bastante alarmantes, no hemos visto mayores esfuerzos para remediarlas.

Según registros oficiales, un millón 431 mil personas habitan viviendas sin servicios básicos, 490 mil mujeres han sido víctimas de violencia intrafamiliar y no tienen ingresos propios, más de 43 mil familias que viven en campamentos y hay casi 500 mil familias en situación de hacinamiento alto o crítico.

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Los datos anteriores reflejan una fragilidad social que ya estaba latente y que hoy va en aumento debido, en parte, a la desaceleración económica, el eminente aumento del desempleo y, por ende, un menor acceso al bienestar.

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Nuestro constante trabajo en terreno y relación con las comunidades más vulnerables nos han permitido apreciar una sensación generalizada de desamparo, miedo e incertidumbre, lo cual, si no es gestionado de buena manera con un plan de contención, generará condiciones de inestabilidad a lo largo del país debido a que los elementos detonantes de las protestas del año pasado hoy se hacen más presente que nunca.

Frente a este escenario, es necesario recurrir a las fortalezas de nuestro país. Somos una sociedad resiliente, sin embargo, con eso no basta. Es necesario hacer esfuerzos a nivel público poniendo énfasis en primer lugar a una voluntad real de diálogo, una toma de decisiones correcta, que involucre consensos y una ejecución de políticas públicas acorde a los desafíos del momento. Por su parte, el sector privado debe actuar con estándares éticos pensando en la supervivencia en el mediano plazo, la academia debe continuar con la divulgación de sus insumos y conocimientos en disposición de solucionar los problemas que hoy nos aquejan y como sociedad civil debemos apoyar con más fuerza a la contención de las emergencias cotidianas, actuando como un puente que fomente la confianza y la cohesión social, fundamentales para hacer comunidad.

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