Déjà vu
A lo largo de nuestras vidas, más de una vez hemos tenido esa sensación de haber pasado con anterioridad por una situación que se está produciendo por primera vez. Esa sensación nos deja en un estado reflexivo para entender el origen de esa sensación, y esta columna es una respuesta histórica a un déjà vu.
Un principio ineludible a los que estudiamos Historia es el planteado por la Escuela francesa, quien nos dice que la historia es el fruto de la coexistencia de dos fuerzas: Los Cambios y las continuidades. El fruto de esa relación va definiendo momentos y procesos que son los que como grupo humano vivimos y reflexionamos.
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Bajo esa lógica, en algunos momentos de la historia nacional existieron actores lúgubres, escondidos detrás del poder político ejerciendo un nivel de influencia de tal envergadura que la figura presidencial es visto como una marioneta de pocos hilos.
Es en ese ejercicio que surgen dos nombres, Diego Portales, un estanquero, comerciante vividor y conocedor de realidades fuera de los círculos de la Elite y un convencido de que sin orden público ni autoridad sería imposible desarrollar actividades económicas ni obras de progreso material o cultural.
Portales supo llegar a su punto de poder asesorando a un grupo carente de visión y de realidad, logrando ser un Ministro Plenipotenciario, siendo el poder detrás del poder. En la historia aparece el nombre de José Joaquín Prieto como presidente, pero el poder lo dictaba Portales.
En nuestro presente, aparece un dueto muy particular y similar, Sebastián Piñera y Cristián Larroulet. Éste fue ministro secretario general de la Presidencia del Gobierno Sebastián Piñera I y jefe de asesores en el Piñera II. Al Igual que Portales, es un representante del orden político, ideológico como soporte del modelo económico: Fue participante del grupo de Chacarillas, donde Pinochet planteó el itinerario del Chile desde la dictadura, institucionalizó ese pensar en la UDD y en el Instituto Libertad y Desarrollo.
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Portales renace en Larroulet, el poder detrás del poder, en ese espacio oscuro, de obediencia irrestricta, defendiendo una idea y un modelo a ultranza, ambos no gustaban de la exposición pública, uno defendía los estancos y el orden, el otro el modelo neoliberal y la libertad como realidad ética conservadora.
En fin, cambios y continuidades que comprueban la máxima que planteó Cicerón que la historia es la maestra de la vida. Un Déjà vu con sentido histórico.
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