A buen entendedor, pocas palabras
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A buen entendedor, pocas palabras


Por Redacción Sabes | 05 Julio 2020 13:54
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La discusión sobre la estrategia para continuar abordando la pandemia del coronavirus en la región suma otro capítulo. Fueron veinticuatro alcaldes de la región del Biobío que se reunieron para aunar propuestas que presentar al mandamás de Salud, ministro Enrique Paris, y al ministro del Interior Gonzalo Blumel. ¿El objetivo? Adquirir nuevas facultades en materia sanitaria y de seguridad. Para ello arguyen su abultado conocimiento de la realidad local.

Pelota al piso. De un tiempo a esta parte, los alcaldes han esgrimido una falsa superioridad moral respecto a los problemas sanitarios, basándose como siempre en el mantra de la localía. Se está partiendo de un error, que sean la máxima autoridad de cada comuna y estén constantemente en ella no los hace ni más virtuosos, ni más sabios respecto a como tratar la seguridad ni la sanidad pública. Por lo demás, es bastante cuestionable otorgarles mayores facultades a los niños símbolos del caudillismo.

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¿No fueron los mismos alcaldes aquellos que se atribuyeron facultades que no tenían para prohibir la circulación en sus comunas, limitando la libertad de desplazamiento? ¿No fueron acaso ellos mismos quienes entraron en conflicto para la distribución de las cajas de alimentos a los segmentos más golpeados por la pandemia? En Chile tenemos pésima memoria y esto nos puede jugar más de una mala pasada. A buen entendedor, pocas palabras.

Antes de aumentar facultades de los alcaldes, no debemos olvidar que las municipalidades son órganos que constantemente saltan a la vista por escándalos de corrupción (cuestión que hoy parece haberse olvidado por completo). Es recurrente ver pagos extras para conseguir patentes, licitaciones adjudicadas por estrechos vínculos entre el ganador y el alcalde o sus colaboradores, candidatos a dirigir la educación municipal que casualmente son amigos, parientes, correligionarios o dirigentes gremiales afines a la línea del alcalde, horas extras que sobrepasan la capacidad normal de trabajo, funcionarios fantasmas que nunca trabajaron y reciben jugosos pagos por boletas de honorarios de dudoso desempeño laboral, contratos que abultan los sueldos de los funcionarios, etc. Con ese tipo de expediente, habrá que ser muy cauteloso si se quiere aumentar sus facultades. El ejecutivo no debe caer en cantos de sirenas y al igual que Ulises, tapar con cera el oído de sus tripulantes y aferrarse con fuerza al mástil, antes de caer en ilusiones disfrazadas de competencias de excelencia.

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El centralismo es un problema histórico del país, desde su fundación que lo arrastra y no es ninguna novedad. En vez de autoelogiarse en público, con elección por delante, lo mejor sería tratar una propuesta que busque una descentralización efectiva. Para ello la creación de macroregiones y mayores facultades en términos administrativos, económicos y políticos que recaigan en sus gobernadores es lo que ha recomendado la Ocde y en suelo nacional el ex presidente Ricardo Lagos, René Cortázar y Alejandro Foxley.

El buen manejo de Alemania o Nueva Zelanda, se debió entre otros factores a que ambos países contaban con una descentralización robusta, una estrecha coordinación entre gobiernos regionales y el poder central, y que este último, en ambos casos, tuvo gobernantes regionales a la altura de las circunstancias.

Nuevamente, a buen entendedor pocas palabras.

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