El sarcástico mensaje de Pancha Merino a Nacho Gutiérrez: "No sé quién quiere trabajar contigo"
En mayo de este año, el Secretario General de las Naciones Unidas Antonio Guterres dijo que el Covid-19 ha tenido un impacto muy significativo en las desigualdades de género y resaltó la urgencia de promover el empoderamiento de las mujeres y la igualdad entre hombres y mujeres para la recuperación de nuestras sociedades. En estos tiempos de distanciamiento físico y contracción económica son las mujeres las que ven en riesgo sus ingresos por su mayor vinculación a empleos de servicios, o en condiciones informales o de precariedad.
Esta desigualdad se expresa también, por ejemplo, en el grave aumento de los reportes de violencia contra las mujeres y niñas que ya es un problema generalizado en condiciones normales. Las brechas sociales que causan esta violencia se ven exacerbadas en tiempos de conflictos, problemas económicos y crisis humanitarias.
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De acuerdo a la declaración de la ONU sobre “Violencia Contra las Mujeres y las Niñas en el Contexto del Covid-19” algunas de las medidas tomadas para contener la pandemia, como las restricciones a la libertad de circulación y el confinamiento en casa, han aumentado la exposición a los malos tratos de las personas que ya se encuentran en relaciones abusivas.
A esto se añade el aumento de carga y de estrés que provienen de las responsabilidades domésticas, de atender a otras personas, de la jornada laboral realizada desde el hogar y la pérdida de medios de subsistencia, que se combinan con un menor número de oportunidades de contacto social, además de un acceso limitado a los servicios y al apoyo de la comunidad. Todo ello ha generado a nivel mundial un grave aumento de las denuncias por violencia contra las mujeres en las líneas telefónicas de ayuda.
Al mismo tiempo, esta crisis nos permite ser resilientes a nivel individual y comunitario, es decir, poner nuestras energías y talentos colectivos para desarrollar y fortalecer nuestra capacidad de adaptarse positivamente a las situaciones adversas y pensar en formas positivas de transformar esta realidad y de abordar las causas estructurales de las desigualdades y exclusiones. Podemos mitigar los impactos de la crisis y avanzar hacia un proceso de redefinición de las bases de nuestra organización social.
En materia de igualdad de género, la resiliencia implica un compromiso ético traducido en medidas concretas desde los distintos sectores involucrados en la superación de esta crisis.
Todas y todos estamos haciendo algo y hay mucho que aún podemos hacer: Algunos municipios han destinado recursos para apoyar a las mujeres emprendedoras y micro-emprendedoras; las ONGs y activismos siguen promoviendo el empoderamiento femenino a través de las redes sociales y los ya cotidianos webinars; en distintos barrios de nuestras ciudades, las y los vecinos están organizando acopios de alimentos y ollas comunes. En muchas familias, organización fundamental en la educación permanente de niños, niñas y jóvenes, se han redistribuido los roles y responsabilidades, para dar mayor participación a todos los miembros de la familia que están en casa y alivianar, de esta forma, el peso de las labores y del tiempo de encierro.
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Desde lo institucional, es fundamental la participación igualitaria de las mujeres en la toma de decisiones en todos los ámbitos para una adecuada y duradera atención de la crisis.
La evidencia dice que las decisiones que no incluyen a las mujeres son parciales, menos efectivas e incluso pueden ser dañinas. Las mujeres representamos la mitad de la población, por lo tanto, nuestra participación es importante por razones de igualdad, justicia y democracia; pero más allá de eso, porque aportamos pluralidad y perspectivas distintas sobre la forma de abordar la crisis. Apostar al mejor bienestar posible en estos tiempos de máxima inconveniencia nos hace más fuertes y resilientes como sociedad, reduciendo el espacio para la violencia de género y los malos tratos.
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