Hambruna, cesantía y pobreza
La emergencia viral del Coronavirus está dejando una espiral de consecuencias nocivas que extrapolan la materia sanitaria. Una de ellas, es el caso de la hambruna que traería aparejada. La FAO organización perteneciente a la ONU en materia de alimentos, ha estipulado que en América Latina la pobreza aumentaría a 83 millones y esto implicaría un alza del hambre en la región. En Chile según la encuesta Casen de 2017 la pobreza es cercana a un 8% y es muy probable que como efecto de la pandemia termine aumentando, sumada a la cesantía que ya comienza a visibilizarse, el panorama es desolador.
Inevitablemente tendremos que poner sobre la mesa la discusión del hambre y la pobreza. Para que la primera no se vuelva un fenómeno permanente, sino que más bien uno transitorio producto de la peste, se deben tomar ciertos resguardos.
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Si el mundo y Chile volvieron el hambre como una problemática social marginal -recordemos que para 1990 teníamos cerca de un 50% de pobreza- se debe a que tuvimos una democracia liberal, una economía de mercado abierta a la globalización e implementamos cada día más tecnología en el rubro alimenticio. Esto lo grafica muy bien el libro “Progreso: 10 razones para mirar al futuro con optimismo” del historiador Johan Norberg: “La expansión del comercio, la mejora de las infraestructuras, el abaratamiento de la electricidad y del combustible, el desarrollo de nuevas fórmulas de empaquetado de alimentos y la consolidación de las técnicas de congelado y refrigeración han hecho posible que los alimentos viajen desde aquellos lugares en los que hay un superávit hasta aquellos puntos en los que se registra un déficit. Y el precio de la alimentación ha bajado notablemente”.
Asumiendo dicho antecedente, la gestión del hambre en el país pasará por adoptar decisiones que no contravengan lo que posibilitó el progreso y el avance en la materia.
Por ello, es que mantener nuestro libre comercio global, focalizar gasto público en niños y familias de escasos recursos junto a un apoyo financiero a pymes y empresas agropecuarias, son directrices que mantendrán el barco a flote.
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Como país debemos imitar a la tripulación de Ulises y taparnos los oídos ante controles de precios o medidas proteccionistas que nos cierren al intercambio mundial de alimentos o terminen generando un mercado negro de productos que privilegie a sectores más acomodados en perjuicio de los más desventajados.
Pienso que al país no le bastará el efecto rebote y el crecimiento anunciado para el año 2021. Se necesitan medidas más concretas y profundas que se pronuncien respecto a la mejor política social para evitar la hambruna: el empleo. Algo que fue tratado someramente en el acuerdo económico entre oposición y gobierno es precisamente la reactivación económica. La oposición prefirió postergar la discusión y es algo que hay que resolver, no tapar bajo la alfombra. La exención de Iva en productos básicos, facilidades y disminuciones en las tasas tributarias de impuestos, en especial a las pymes, y potenciar mecanismos como la depreciación acelerada. Esos son algunos de los pasos a seguir para reducir el desempleo de dos dígitos que nos respira en la nuca y amenaza con dejar a muchos sin nada que echarle a la olla.
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