Se perdió el sentido del tacto...
Hoy en día muchos todavía pueden ver o hablar con sus seres queridos, aunque no vivan con ellos, pero lo que sí sabemos es que no podemos tocarlos.
Las celebraciones de cumpleaños, santos, aniversarios, etc. actualmente se están llevando a cabo por video llamadas. Ya no es raro que nuestros vecinos conversen por el balcón o entre las puertas de un edificio. O aquellos solitarios que viven solos y están sobreviviendo esta cuarentena sin ningún contacto humano, con estas reglas que simplemente nos obligan a permanecer en nuestros hogares y mantener distancia de al menos 1 metro 50 de otras personas por si hay que salir.
Nunca nos habíamos dado cuenta de lo táctil que éramos hasta que nos quitaron el contacto físico. Ya no podemos abrazarnos.
¿El famoso saludo con apretón de manos o el simple abrazo serán cosas del pasado?
¿Tendremos que acostumbrarnos a los saludos a distancia? ¿Sufrirá algún efecto sobre el apego también en personas adultas, mayores, esa ausencia del contacto físico que parece convertirse en la nueva normalidad?
La modalidad sensorial del tacto está involucrada en la gran mayoría de nuestras actividades diarias, desde comer, caminar, abrazar, etc. En el término de la séptima semana de gestación, el embrión ya puede desarrollar la sensibilidad a la estimulación del tacto a diferencia del sistema visual que requiere un desarrollo más prolongado para que sea efectivo.
Nuestra piel y sus respectivos receptores, constituyen el más grande de nuestros órganos sensoriales, nos protege de amenazas externas tanto biológicas como físicas, es nuestra última frontera entre nosotros y el mundo exterior, nuestro último sistema de defensa que también nos proporciona conexión principal con el entorno tanto físico como social.
El tacto más que cualquier otro sentido, es el que otorga la sensación de estar aquí y ahora.
El filósofo argentino Pablo Maurette en su colección de ensayos “El Sentido Olvidado” reflexiona sobre el sentido háptico (griego háptō ("tocar", relativo al tacto) más que el sentido táctil ya que incluye la exterocepción, es decir el contacto de la piel o epidermis con las superficies exteriores, la interocepción que es la percepción del interior del cuerpo, la propiocepción, refiriéndose a la percepción del movimiento de las distintas partes del cuerpo y de la relación de unas con otras y por último de la cinestesia refiriéndose a la capacidad de moverse y la percepción del movimiento. Ahora bien, si pensamos en el tacto y la distancia la podemos relacionar con un dominio al cual llamamos la proxémica, que estudia la proximidad, la distancia que guardan las personas entre sí en distintas situaciones y en distintos tipos de relaciones generando códigos proxémicos como por ejemplo hay culturas que son más distantes en general, en cambio los latinoamericanos somos muchos más próximos entre sí.
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En el lenguaje proxémico hacemos referencias a las formas de comunicación no verbal relacionadas con la distancia y la ubicación de las personas dentro de un espacio específico que ahora en estos tiempos se ha visto alterada enormemente con la pandemia mundial que estamos viviendo. ¿Cuándo podremos disfrutar de nuestro espacio íntimo, al espacio personal, luego al espacio social y por último al espacio público en compañía?
Privación del afecto a partir del tacto podrá causarnos un trauma fuerte para las personas que están acostumbradas al contacto físico y que hoy lamentablemente por tema de cuarentena y distanciamiento están separadas. Por el contrario, el día que podamos aumentar la actividad con el tacto, el sistema nervioso se desacelerará por lo tanto bajará el ritmo cardíaco, la presión sanguínea y los niveles de estrés, aumentando así los niveles de oxitocina, es decir, volveremos a tener la hormona de la FELICIDAD.
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