La Casa del Horror
En los tiempos covid-céntricos que vivimos, es muy fácil que historias y noticias no relacionadas con esta pandemia se nos pasen por alto, y buen ejemplo de eso es la escalofriante denuncia que llevó al cierre de un hogar colaborador del Sename en la comuna de Hualpen. Nuevamente palabras como ‘abuso sexual’ y ‘facilitación de la prostitución’ se ligan a menores de edad que están bajo la tutela de nuestro Estado, y a pesar de los múltiples casos ya conocidos, nada de esto parece cambiar.
Lamentablemente hoy nuestro Estado, que es garante de nuestros derechos sociales, nuestro principal ente benefactor, pero por sobre todo, el principal agente en la entrega de servicios de primera necesidad, fracasa rotundamente al cuidar a jóvenes, que en muchos casos su único pecado es tener la desdicha de ser hijos de seres humanos incapacitados de ser buenos padres.
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¿Cómo puede ser posible que esto pase? ¿Cómo puede ser que nuestro país no sea capaz de asegurar una niñez y una crianza que cumpla con los derechos del niño, y con las garantías mínimas que merece cada menor?
Quizás el problema está en la concepción del sistema, el Sename depende del ministerio de Justicia, lo que de entrada judicializa la vida de cada niño que es parte de esta institución, aun cuando no sea un infractor de ley. Esta visión no solo estigmatiza a los menores, sino dice mucho sobre el enfoque que nuestro Estado tiene al enfrentarse a esta situación... un enfoque basado en procesos legales, pero alejada del calor humano que merece todo ser menor de edad.
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Hoy el Sename en muchas instancias sigue mezclando a los menores infractores de ley, con los menores que están en situación de abandono. Esto es tan aberrante desde un punto de vista no solo ético, sino también desde las políticas públicas. Ya que los programas y las atenciones que requieren cada uno de estos mundos es diametralmente distintas, debido a que tienen falencias y problemas muy distintos.
Hace unos 3 años atrás, una multitud de compatriotas salió a las calles a manifestarse por la situación que ocurría en el Sename, gritaban a viva voz que no dejarían solo a estos niños, y que luego de conocer un escalofriante informe que relataba un sinfín de abusos, violaciones y muertes en esta institución, era el momento de cambiar la asquerosa realidad de nuestros niños. Sin embargo, esos cánticos y gritos hoy parecen habérselos llevado el viento, ya que casos como el de Hualpen, nos recuerda que nuestro Estado sistemáticamente falla en entregar las garantías mínimas para no traumatizar, alienar, y para no cortarle las alas a estos menores de edad.
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