Bío Bío en Forbes: “El País no se Vende”
Cuántas historias pueden esconderse en una botella de vino. Eso es un camino sin fin. Desde que se pone el corcho hasta el descorchado final, en algún rincón del planeta, pueden suceder tantas cosas, tan impensadas como mágicas, como la que hoy vemos citada, por un azar del destino, en una de las revistas más importantes del mundo, con base en Nueva York y con casi un siglo de vida.
Son las historias del pequeño productor, las vicisitudes del esfuerzo, los días sin dormir, los amaneceres más hermosos en el campo y los músculos apretados tras cargar los miles de kilos de uva, que finalmente quedarán atrapados, para contar su historia, en esa misma botella.
Hace unos meses en pleno estallido social, unos jóvenes y amigos decidieron hacer de un pequeño gesto, un acto de revolución. Ya saben eso de “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”, pues, quizá sin pensarlo, esa rebelde idea, terminó conmoviendo más tarde, a quien llevaría esa experiencia al papel, en otro idioma y a unos 10 mil kilómetros de aquí.
Mauricio González y Roberto Henríquez, no solamente luchan por impedir que la fabricación de vino artesanal de nuestra región muera y reivindicar a la cepa País, la más longeva de América, sino que es un acto real de doblarle la mano a la expansión forestal en la zona, que a merced de las necesidades de miles de campesinos, anexa cada vez más, los preciados metros cuadrados de paisaje, de historia, de campos, de cultivos y de identidad, para plantarlos de aquello que llaman progreso.
“El País no se Vende”, un vino que fue embotellado para demostrar que la solidaridad existe y que el corazón noble de sus productores va más allá de una actividad económica.
Un vino que fue repartido y regalado puerta a puerta, con un mensaje tan claro como lo estampado en su impresionante etiqueta: Chile no está en venta, y además, sabe, huele y luce, como un sublime zumo cargado de sueños, territorio y nostalgias.
Un vino que nació para ser compartido en familia y traspasar a los niños, a las nuevas generaciones, que Chile, su tierra, sus ríos y sus gentes, se valora y se defiende.
Del estallido social pasamos a una pandemia. Pocos días antes que Chile cerrara sus fronteras, llegó a la casa del productor Roberto Henríquez, el estadounidense Matt Spector.
Él, junto a al distribuidor de vinos de Portland, Ned Swain, vivieron una de las experiencias, quizá más surrealistas de sus vidas. Fue en el campo, en el día a día, entre la cosecha de la uva y la hermandad de sus anfitriones, cuando conocieron la historia de los viejos-nuevos vinos de las riberas norte y sur del Bíobío, y la de “El País no se Vende”. Matt se llevó en la maleta un gran tesoro. La única botella que llevaría después de vivir la vendimia 2020, un presente que Roberto no tardó en presentarle, con aquel relato emotivo, cautivante y pletórico de pensamiento crítico.
Meses más tarde, ya en su restaurante en Deer, EEUU, Matt encontraría la excusa perfecta para revivir aquellos días en Chile. Llegó nuevamente el momento de servirlo en la copa. La historia se expandió en el ambiente con sus tonos y sus aromas. Matt ya conocía del relato, pero esta vez lo traspasaba a un periodista de la Revista Forbes, quien le pidió elegir un vino y una canción que mereciera la atención de sus lectores.
El escrito cita revuelta social, la lucha de las parras rodeadas de monocultivos, a sus productores y a nuestro gran Víctor Jara, con la canción que estremece cada vez que es escuchada, “El derecho a vivir en Paz”. Así, nace un discreto pero sentido artículo que hace un par de días da la vuelta al mundo en las páginas de la Revista Forbes. Una prueba implacable de que cuando se pone amor y sentido a la vida, la trascendencia es segura.
Una historia que viajó miles de kilómetros en una maleta, después de una de las vendimias más duras y en medio de una de las pandemias más angustiantes de la historia. Chile en una botella. Bío Bío en una botella. Como nunca merecen un reconocimiento, por las hermosas páginas que se suman al gran libro inmaterial llamado memoria, y que esta vez fueron escritas por unos auténticos artesanos, Roberto y Mauro. Unos locos y apasionados por su tierra y por el vino.
Artículo de la periodista Ximena Perone.