La gran empresa en el desarrollo regional
La necesidad de que la gran empresa se constituya en un actor clave en el desarrollo regional y territorial emerge de la propia relevancia que tiene el ámbito territorial de la competitividad, en lo cual se transforma en un ámbito relevante el aporte que la gran empresa puede desenvolver a la capacidad competitiva territorial de las regiones en las cuales ellas se encuentran localizadas, no desde una perspectiva altruista, con todo lo importante que ello puede ser, sino que más bien en una lógica de eficiencia colectiva para la maximización del beneficio económico productivo.
De acuerdo a ello, es evidente que la gran empresa debe considerar al territorio como parte integrante de su estrategia competitiva y esto implica abordar en profundidad el aporte que puede otorgar al fortalecimiento de las regiones a través de sus propias operaciones y a su vez, considerar que de este fortalecimiento depende la sostenibilidad de los beneficios que es posible obtener desde el territorio para incrementar su propia competitividad. Es en este sentido donde emerge con más fuerza la importancia del entorno que rodea a los sectores productivos, como un componente relevante en el grado de competitividad que ellos puedan alcanzar.
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En lo anterior, es posible plantear dos enfoques de gestión estratégica territorial relevantes al momento de considerar la articulación de la empresa con su entorno cercano. En primer lugar, al observar la diversidad y complejidad de la configuración territorial chilena, se hace evidente que, para fortalecer los procesos económicos y productivos, se requiere reconocer que los territorios necesitan desarrollar capacidades competitivas que se construyan a partir de sus propias realidades socio productivas.
En segundo lugar, es posible constatar que la capacidad de reacción de los territorios y sus empresas constituye un factor central de competitividad y ello es función de la autonomía y las capacidades que éstas puedan desarrollar al momento de conjugar recursos técnicos, humanos, financieros y de conocimiento, de manera que el proceso de inserción en los flujos económicos adquiera fuerza de conjunto y una mayor sustentación. Ello demanda densificar las vinculaciones entre los actores socio productivos regionales, de modo de estimular sus capacidades de concertación y así dar paso a la eficiencia colectiva, merced a la conformación de un entorno capaz de generar efectos sinérgicos a partir de los esfuerzos que cada empresa puede desarrollar individualmente.
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De lo expuesto, es posible plantear entonces para la gran empresa regional el desafío primordial de incrementar su contacto estrecho y permanente con distintos actores del territorio, con miras a desencadenar una cooperación estratégica para el desarrollo de la competitividad del territorio, en función de una mayor interacción capaz de gestar procesos de aprendizaje e innovación vía redes de colaboración entre actores, ya sean estos públicos, privados, corporaciones o universidades.
Con todo, desenvolver una gestión más abierta, en promoción, enriquecimiento e interlocución con sus entornos regionales, es clave para la competitividad de la gran empresa regional, que no puede dejar de considerar al territorio como parte integrante de sus estrategias competitivas, en tanto su éxito y sostenibilidad depende, en gran medida, de la calidad de los tejidos económicos territoriales.
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